lunes, 29 de agosto de 2011

Mis experiencias paranormales (capítulo 6 y final)

Si habéis llegado hasta aquí ya sabréis que me llamo Segismundo Chico y no quiero despedirme de vosotros sin antes contaros probablemente mi última experiencia paranormal pero no por ello menos increíble y fascinante.

Recuerdo perfectamente aquella noche, acababa de llegar a casa sobre las diez, después de un día agotador de domingo con amigos, tras dejar en su humilde piso de alquiler a mi novia, vamos la que hasta entonces podría llamarse mi novia. En este punto tengo que explicaros que Ana, que era como mi novia se llamaba (y supongo que seguirá llamándose aunque haya perdido todo contacto con ella), era una chica preciosa que conocí hacía un año en el cumpleaños de mi mejor amigo Ernesto, la cual trabajaba, sorprendentemente, (y yo sin enterarme hasta ese momento), en la empresa del padre de Ernesto, una tienda de antigüedades que por esas fechas era la envidia y lugar de peregrinación de burgueses que no sabían donde gastar su dinero. Fue un flechazo a primera vista, al menos para mí, ella al principio se mostró reticente a mis encantos (debo de reconocer que pocos y difícilmente localizables, mi madre siempre me decía que tenía una cara picassiana, hermosa para la gente que supiera ver, a estas alturas os podéis imaginar que era lo que pretendía decir sin decirlo), y después de varios meses tras de ella y de múltiples intentos  para invitarla a cenar o al cine y otros tantos regalos (muchos diría yo), ella sucumbió al amor (eso pensaba iluso de mi), y decidió que debía darme una oportunidad, oportunidad que nos llevó irremisiblemente a una relación de pareja formal.

Volvamos de nuevo a aquella noche, como me encontraba francamente cansado y "hecho polvo", decidí que lo mejor era comer algo de fruta para no perder mucho el tiempo y acostarme rápido que al día siguiente me esperaba una jornada laboral de lo más estresante, caí en la cama como un peso muerto (aunque con mis casi cien kilos de peso se podía asemejar perfectamente a eso), y pasado como unos diez o quince minutos que pudieron ser perfectamente horas en pura vigilia, noté algo muy extraño, me sentía liviano, casi por primera vez, la sensación era como si flotara en el aire, en ese instante recuerdo que tuve miedo y quise abrir los ojos pero no pude, no podía abrirlos como si le hubieran echado pegamento fuerte en los párpados, pero sin embargo podía ver, ¿como era posible?, y lo que era aún más sorprendente e inquietante, veía con una claridad meridiana mi cuerpo yaciendo plácidamente en la cama, era yo o mi yo espiritual el que se había separado de mi cuerpo físico y esa conciencia de mi ser espiritual y de todo lo que estaba viviendo era tan real   y palpable como cuando te cae una gota fría de lluvia en la cara o cuando sientes un dolor insoportable que te hace chillar.

En aquel estado difícilmente catalogable la medida de tiempo no importaba como así tampoco el espacio, sin control empecé a moverme a una velocidad inusitada  y me vi envuelto en un inmenso desierto nocturno de dunas de arena que me recordaron a la película Lawrence de Arabia, no me preguntéis la razón pero eso fue lo que se me pasó por la mente o conciencia o como se quiera llamar a ese flash de pensamiento, allí me quedé unos instantes recreándome en el silencio, sentí como la naturaleza formaba parte de mi y yo y mi infinitesimal existencia era irremediablemente parte de ella.

De nuevo me moví de donde aparentemente me encontraba y mi "yo" fue a parar a un paraje muy querido por mi, lo reconocía perfectamente aunque hacía años que no paraba por allí, un lugar que marcó mi infancia, era una casona que pertenecía a mi familia desde tiempos inmemoriales (eso al menos era lo que me contaba mi padre como historia de cuento a relatar en aquellas noches cuando el sueño no nos vencía) y donde pasábamos los veranos hasta que cumplí los doce años, si existía un lugar reconocible por mí donde había sido feliz sin dudarlo esa casa y sus muros antiguos de piedra lo eran.

Quise recorrer cada rincón, cada esquina vacía, como si de ese modo fluyeran con más fuerza si cabe los recuerdos allí vividos como estampas de una vida mejor, y entre recuerdos de risas y entusiasmo de un niño que quería comerse el mundo no pude evitar acordarme y que formara parte de ese espectáculo la idea inmaculada de mi novia Ana, la persona a la que tanto amaba, y sin saber como ni porqué me vi dentro de ese piso en el que a veces pasaba noches enteras en su compañía, no podía creerlo, era su piso, su recibidor con aquél mueble destartalado de la entrada donde Ana dejaba sus llaves, su salón pequeño con una mesa redonda en el centro, un sofá y una tele del año de la pingüina que Ana juraba y perjuraba que se veía bien (algo daltónica debía ser pues la pantalla se inundaba de un intenso color verdoso en lugar de azul  y el rojo apenas se vislumbraba). 

Al escuchar ruidos me alarmé, eran sonidos de jadeos como si alguien le estuviera haciendo daño y pensé en ese momento que todo lo acontecido aquella noche debía tener una razón y probablemente era para socorrer a Ana de una muerte segura a manos de un insensato ladrón, y quise entrar en su habitación  y romperle la crisma al choricillo de tres al cuarto pero no sabía como hacerlo, no tenía pies ni manos para moverme ni actuar en caso de peligro inminente, sin saber como y guiándome únicamente de mi instinto protector pude acceder a su estancia y  lo que allí me encontré no podré olvidarlo jamás, mi novia revolcándose de placer con mi mejor, hasta entonces, amigo Ernesto, quise gritar y que parara de una vez esa macabra escena de cama y lo que conseguí fue volver nuevamente a mi cuerpo despertándome al instante sudando a mares, con un intenso dolor de cabeza y un profundo cansancio, pareciendo que los kilómetros recorridos en ese viaje tan especial (miles diría yo) los hubiera hecho andando o al trote.

Ni que decir tiene que corté con Ana por sms, el mensaje rezaba lo siguiente "Ana, no te quiero. Adiós", fui seco e inexpresivo a conciencia, no podía contarle lo que sabía ni porqué medios los había descubierto, en cuanto a Ernesto no volví a hablar con él, sencillamente lo desterré de mi vida, tremenda traición no se merecía menos. 

Debo confesaros que intenté muchas veces conseguir nuevamente un viaje astral como el que os he relatado, me ahorraría mucho en billetes de avión para contemplar ciudades desconocidas para mí o hacer realidad unas de mis fantasías más recurrentes, colarme en un vestuario de señoras, pero nunca más lo logré, ahora no dudéis que si por arte de virle o virloque la experiencia se materializara de nuevo vosotros seréis los primeros en saberlo.

2 comentarios:

  1. El relato un 10 de puntuación, (del 0 al 10)
    Creo Jacstite, que debias pensar si te atreverías a escrbir una novela de ciencia ficción. Los aperitivos, demuestran qu podrías.

    ¿Se acabaron las vacaciones!

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  2. ¿Una novela?, quien sabe.
    En cuanto a las vacaciones si acabaron, cortas pero intensas y ahora de nuevo a la lucha. Muchas gracias por tus palabras, me animan para seguir haciendo lo que me gusta y apasiona, escribir

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