miércoles, 10 de julio de 2013

El advenimiento

La angosta negrura se cernía sobre él. El grito desgarrador de un lobo no hizo más que agrandar la inquietud  de su corazón. Todo estaba ya consecuentemente preparado; las velas en forma de estrella, un monje de capa negra que presidía el acto, la muchedumbre susurrante portando también capa aunque de distinto color, y una pila donde debía suceder todo.
El monje con su cutural voz de ultratumbla le habló:

- Acércate aquí a la fuente de la sabiduría máxima Fangarian hijo de Oblivion, ¿vienes aquí libre y voluntariamente?
- Si, lo hago, -- pronunció el chico
- ¿Juras lealtad a la causa y a tu Jefe Supremo aunque en el intento te alcance la muerte?
- Si, Juro
- Desde este preciso instante serás coronado como político del Partido Azul. Podrás expropiar, confiscar, malversar caudales públicos y cometer todo tipo de tropelías si tu Jefe Supremo te lo manda. Anda y sírvete de tu pueblo que espera tu advenimiento.
 

Microrrelato "El Acusado"


El ecléctico y pusilánime acusado se hallaba acorralado y a los pies del cadalso en esa sala de vistas, donde con absoluta certeza iba a resultar condenado. 
El Guardia Civil, como testigo implacable, y un insigne Fiscal que apodaban el “aguja” por su extrema delgadez, e hiriente en la manera de manejarse con la toga puesta, tutela de los perjudicados y brazo ejecutor de los que osaran infringir la Ley, le llevaban al convencimiento de su trágico final. 
Una sensación nauseabunda por su desamparo se apoderó irremediablemente de él; de su frente comenzaron a brotar gotas ingentes de sudor frío sin control; deseaba que todo fuese un sueño y que ese episodio no fuera real. No tuvo tanta suerte. 
Su imberbe y tartamudo abogado defensor de oficio y el rostro impasible del Juez sentenciador acabaron de desmoronar su vana esperanza. 
“Póngase en pie y acérquese al micrófono, ¿cómo se declara?