sábado, 2 de julio de 2011

Mis experiencias paranormales (Capítulo 4)


No se si habéis oído hablar o símplemente habéis leído, sobre experiencias cercanas a la muerte, supongo que sí, la luz, el tunel, tus parientes más cercanos fallecidos que te acompañan, la sensación de paz y sosiego, tu vida pasar como si de un film barato se tratara, etc, etc, etc, pues yo puedo afirmar que a la edad de 23 años tuve ese tipo de experiencias, en ningún caso aconteció como decían esos libros o las leyendas de abuelas aberrugadas, intentaré explicaros lo que me ocurrió con todo lujo de detalles sin obviar ni olvidar ninguna coma para que cada cual saque sus propias conclusiones sobre lo sucedido.

Era una tarde lluviosa de noviembre, yo acababa de sacarme el carnet de conducir hacía apenas unos meses, pero aún siendo así yo pensaba que conducía con la suficiente experiencia y pericia al volante, lo cual los hechos que acontecieron con posterioridad acabaron irremediablemente por contradecirme en mis apreciaciones subjetivas, y como digo iba conduciendo solo mi Pandita de diez años que mis padres acababan de comprarme para que me fuera fogueando en el arte de la conducción, esas justas fueron sus palabras, cuando en una curva de una carretera sinuosa las ruedas traseras patinaron con el aquaplaning que se formó en el asfalto, en ese momento no supe reaccionar y fuí a parar irremisiblemente a la cuneta empotrando mi desdichado coche sobre un árbol que allí estaba plantado, creo que un alcornoque o un castaño, os prometo que el lugar estaba desierto de toda vegetación, parecía que Atila con sus huestes hubiese pasado por allí, menuda puntería tuve y que excelente conductor era entonces, era como si todo el universo se hubiera confabulado en mi contra para tener este triste final.


Recuerdo un golpe seco que por un instante se transformó en un enorme dolor que recorría todo mi cuerpo y tras esa sensación desagradable e insana que no pudo durar más de un minuto me ví fuera de mi cuerpo maltrecho y ensangrentado, ya no sentía dolor alguno, pude sin temor a equivocarme apreciar lo que significaba la libertad mas absoluta. No vi un tunel ni una luz intensa, tampoco a Dios ni a mis seres fallecidos más cercanos ayudándome en este trance, y por favor no tomároslo a risa, me encontré sin saber como ni porqué vestido de corto en un campo de futbol con porterías relucientes y cesped de hierba finísima, habían 11 contra 10 y yo era sin duda el onceavo jugador. El lider de mi equipo se dirigió a mi y me dijo con voz más suave de lo normal "vete arriba, necesitamos un delantero y tu sabrás hacerlo bien".

Después del desconcierto inicial que supuso lo que me estaba ocurriendo me fuí metiendo poco a poco en el partido, ciertamente me encontraba disfrutando del juego, me sentía ágil y fuerte, capaz de todo, hice varios regates marca de la casa, y controles exelentes hasta que me llegó en largo un balón con la fuerza precisa para poder controlarlo y tener la posibilidad de quedarme sólo contra el portero, y así lo hice, no tenía miedo ni estaba nervioso, sabía que tenía que mandar el balón con un impacto seco al fondo de las mallas, no podía fallar, le quise pegar con tanta potencia  y violencia que quizás no cogiera la rosca adecuada y en vez de alojarse en la portería se dirigió el balón a la esquina izquierda del campo con tan mala fortuna que ni siquiera salió de fondo sino de banda. Todos los allí presentes me miraron, algunos inquisitivamente, otros con expresión asesina, los del equipo contrario simplemente se reían compulsivamente, su portero que seguía en el suelo tras la jugada se quedó allí a carcajada limpia, que verguenza y sopor pasé en esos momentos que se me hicieron eternos.

Lo próximo que recuerdo fue el encontrarme en la camilla de una ambulancia con dolor en todas las partes de mi cuerpo y escuchar como a lo lejos una voz decía "está vivo, ha logrado respirar", es probable que quizás para mi no había llegado el momento para estar muerto o simplemente me salvó lo horrorosamente malo que era jugando al futbol, desde entonces, por si las moscas, dejé de practicar no solo el futbol sino cualquier otro deporte de equipo, de esa forma me aseguraba una más larga estancia en el país de los vivos.