domingo, 25 de septiembre de 2011

Atando cabos (segunda parte)

Aquella noche John no podía dormir, todo lo acontecido aquel día, los nervios, la angustia de su pronto final y la misión que se había propuesto llevar a cabo no le dejaban conciliar el sueño, los recuerdos le martilleaban sin cesar en su cabeza, instantes de una vida mejor cuando aún era joven y el mundo se postraba a sus pies como pidiendo clemencia, Julia, la bella Julia, después de tanto tiempo se mostraba ante sus ojos como aquella cria inocente pero con una madurez impropia de su edad, y sin saber como John empezó a recrear de nuevo su historia con Julia antes de finalmente caer rendido ante los brazos de Morfeo.

John conoció a Julia en una calurosa mañana de domingo a la salida de misa, nada más verla supo que tenía que hablar con ella, su pelo negro, corto y rizado del cual pendía un pequeño tirabuzón que le caía graciosamente por su cara pecosa, parecería visto por un observador avezado como si jugara con el viento, como si ambos (cabello y viento) tuvieran un acuerdo secreto para que aunque rugiera sin control, como era el caso, su pelo se manifestara a la vista de todos perfecto. John, a la edad de 21 años era un chico alto, delgado y corpulento, no excesivamente guapo aunque se podría decir que era bien parecido, lo cual unido a su exquisita educación, cultura y sus dotes lingüísticas innatas le comportaban un atractivo difícilmente explicable pero que en definitiva le resultaba provechoso para su trato con las mujeres. Al acercarse a ella, la aparente belleza que Julia desprendía de lejos se hizo aún más patente al vislumbrar con mayor detalle esos ojos grandes de un azul claro precioso que la hacían irresistible; John se presentó y le indicó si era posible invitarla a un café pues esa mañana tan soleada merecía ser disfrutada, esta frase en boca de John no sonó en modo alguno descortés o vulgar, más bien todo lo contrario, y Julia, solicitando permiso a sus padres que estaban a su lado, asintió mostrándose por primera vez en ella esa media sonrisa suya tan característica y que a John le gustaba tanto. Desde ese instante se hicieron inseparables.

Estuvieron juntos como dos años y aunque pudiera parecer poco, para John esos años marcaron para siempre su existencia, podría decirse que Julia fue su primer y gran amor de su vida, John siempre fantaseaba con la idea de que algún día se encontraran de nuevo, casi por sorpresa, y el amor que antaño los había unido volviera a unirlos ahora, pero su afanosa vida y su ambición desmesurada nunca le permitieron pararse a pensar en lo verdaderamente importante, acostarse a la noche y levantarse al día siguiente al lado de la mujer amada; La razón de la ruptura fueron en cualquier caso la inmadurez de John al no saber lo que quería en esos momentos y la mala influencia de su amigo Henry, a partes iguales una gran compañía con el que poder ir de fiesta y un egoísta empedernido, y para Henry, Julia, más que ser la novia de su amigo a la que mostrar respeto e incluso cariño la veía como una enemiga con la que luchar para no encontrarse solo en las noches de viernes o sábado, hasta ahí llegaba su instinto competidor.

Henry, gran orador y extremadamente inteligente, sabía que si hablaba mal de Julia sin más a su amigo John para conseguir su objetivo, éste acabaría por enfadarse definitivamente con él, por lo que trazó un detallado plan en su cabeza, más propio de un estratega de la guerra que otra cosa, con el fin de ir minando poco a poco la conciencia de John y sus sentimientos hacia Julia, y a fuerza que lo consiguió con frases “con lo bien que estarías tu sólo y poder estar con la chica que quisieras”, “ella no te comprende”, “es una buena chica pero frena tus posibilidades con otras mujeres”, así día tras día, día tras día hasta que John convencido de lo que hacía habló una tarde con Julia cuando el verano llegaba a su fin, recordaba cada frase, cada expresión, los ojos llorosos de Julia al decirle que quería hacer otras cosas, estar con otras mujeres y estando con ella eso no podía hacerlo, su mirada de mujer dolida, el recuerdo de todo aquello le hizo tanto daño a John que rompió a llorar sin cesar, no comprendía lo estúpido y malvado que fue con aquella chica que lo amaba sin excusas ni condiciones, era un amor puro que fue truncado sin una razón aparente por la influencia maléfica del que se llamaba su amigo pero que resultó ser un oportunista que años más tarde le perdió la vista definitivamente, y con esta sensación de quemazón en el corazón John acabó profundamente dormido.

A la mañana siguiente, después de la mala noche pasada John se levantó con fuerzas renovadas y con las ideas muy claras, sabía lo que tenía que hacer para encontrar a Julia, recordaba perfectamente su nombre completo, Julia Swchumith, apellido poco corriente y que podría ayudar a encontrar pistas sobre su paradero,  y además conocía a la persona idónea para este cometido, su buen amigo Irving, un informático loco con mucho tiempo libre, la red de redes era su mundo y no hacía falta convencerlo mucho pues disfrutaba con este tipo de encargos, quizás necesitaba un poco de acción  en su sedentaria vida y John sabía que con todo esto podría proporcionársela; Decididamente John cogió el teléfono y lo llamó.

A Irving, que acababa de levantarse, le resultó extraño el sonar desagradable del teléfono a esas horas tan tempranas, ¿quién osará llamarme a estas horas?, pensó, y al descolgar el teléfono sus dudas iniciales se disiparon, era su amigo John que iba a encargarle un trabajito. Irving, un genio de la informática y huraño en su carácter con las personas que no conocía, en cambio era generoso y se desvivía por su amigos, y John probablemente era su mejor amigo, a otros podría ponerles reparos pero a John no, cuando necesitó su ayuda John le respondió sin preguntas ni reproches, sencillamente se sentía en deuda con él, por lo que cogió lápiz y papel y empezó a escribir sus instrucciones.

El encargo podría parecer complicado para cualquier persona pero para Irving era coser y cantar, abrió su portátil último modelo y lo puso en marcha, sólo debía dirigirse al lugar adecuado de la red e introducir los datos que John le había proporcionado “Julia  Swchumith” “el pueblo de Borgiueau”, y esperar resultado, bingo únicamente apareció una Julia Swchumith en la pantalla de su ordenador y debía ser ella pues la dirección que aparecía era de la localidad de Borgiueau, anotó las señas completas e inmediatamente llamó a John para contarle la feliz noticia.