jueves, 27 de diciembre de 2012

Más que adicción


El proyecto de este mes de adictos a la escritura consiste, los que previamente se apuntaron a hacerlo, en que cada uno proponga un título para el relato y sortearlos en parejas. A mí me ha tocado en suerte “Más que adicción” y aquí está la historia que os propongo, espero y deseo que os guste. 

Aquí comienza “MÁS QUE ADICCIÓN”:

Corría el año 2.109. En el planeta tierra, que había discurrido por múltiples etapas, entre ellas el aborregamiento de las masas, la falta absoluta de valores morales o el individualismo como pauta común, hacía un decenio que la humanidad estaba tomando conciencia de que había de luchar por objetivos más o menos cercanos, más o menos plausibles para buscar algo más ambicioso y que todo ello sólo podía conseguirse pensando, teniendo inquietudes, debatiendo y planteándose puntos de vista dispares. Los gobiernos corruptos, los medios de comunicación que le servían así como la tecnología, que hacían que la vida fuese tan maravillosamente fácil, consiguieron tiempo atrás que la población quedara sedada de toda voz crítica y revolucionaria; simplemente vivían sin preocuparse de nada más, pero todo esto estaba empezando a cambiar.

Lo que no se había modificado ni un ápice de este periodo con respecto al pasado era que la televisión seguía siendo, como no podía ser de otra manera, el método lúdico por excelencia. La misma no se estructuraba como antaño a través de cadenas públicas o privadas, que retransmitían sus emisiones por medio canales varios con programaciones en directo o grabadas. Era todo más fácil: cada cual elegía el producto que quería ver de los miles o millones disponibles de cualquier temática imaginable. Si en un momento determinado uno tenía ganas, por poner un ejemplo, de ver un documental de naturaleza animal, lo único que debía hacer era clickear esa opción en la interface de la aplicación y automáticamente aparecía proyectado por streaming con profundidad y volumen, en una pantalla flexible con una nitidez y precisión muy por encima a la capacidad real que el ojo humano podía ofrecer, dando una sensación de realismo extremo: literalmente el león o el orangután paseaban con sus rugidos por tu salón.

Uno de los contenidos, por llamarlo de algún modo, que estaba cobrando mayor popularidad y entusiasmo en el mundo de la televisión era el auto-denominado “Gran Hermano”. Gran Hermano no era otra cosa que un programa informático, previa subscripción monetaria que equivalía a dos meses de salario, salvo excepciones relativas a investigación y conocimiento, donde los patrocinadores contrataban un avatar o patrocinado en un mundo virtual muy asemejado a la realidad, en el cual tenían cabida toda época y lugar. Las premisas eran claras y los requisitos que tenían que cumplir también; se podía elegir cinco características que tenían que ver con la fecha, lugar y entorno, y otras cinco referidas en cuanto a peculiaridades físicas y de carácter de tu avatar. Lo demás era rellenado, por así decirlo, de manera aleatoria por el propio sistema. Una vez se hubiera definido todo ello el patrocinador podría ver en directo la vida de su patrocinado desde su nacimiento hasta su muerte, sin que tuviera posibilidad de modificar nada de ella; sólo observarla como si de una película se tratara. La equivalencia de una vida entera de un patrocinado correspondía a seis meses de existencia de su patrocinador; de ese modo se regeneraba todo ese mundo con nuevos y diferentes patrocinadores y patrocinados varios.

En ese caldo de cultivo vivía nuestro protagonista, Marcus Fastvinder. Marcus era un chico de quince años que estudiaba en la Escuela Pública de Berlín como cualquier otro, aunque destacaba del resto en que era extremadamente inteligente y de una desbordante imaginación. No era una escuela al uso, pues no existía físicamente y sí en las bases de datos de un servidor a las afueras de la ciudad. Se conectaba a ella previa clave encriptada y con seguridad máxima desde cualquier parte, a través de una tablet que se obtenía de manera gratuita con el simple abono de la matrícula.

Al inicio del curso se proporcionaba a todos los alumnos además una tarjeta a modo de diapositiva personalizada, que introduciéndola en el lector adecuado mostraba de una manera gráfica y a resolución máxima la organización de todas las asignaturas, los días que había que conectarse a la escuela, las fechas marcadas en rojo como examen, las direcciones ip con las que contactar con el profesorado por videoconferencia y, en definitiva, a qué logros intelectuales se debía alcanzar para conseguir un aprobado. A Marcus, desde hacía algún tiempo, le rondaba por la cabeza cierta idea que tenía que ver con su proyecto de la asignatura de teoría del comportamiento, de su profesora Alicia Cummings. Se le había ocurrido introducir un avatar con nombre Daniel en el programa de Gran Hermano con una característica muy especial: sería adicto a la soledad y estudiaría concienzudamente su conducta en una época preestablecida, concretamente la Sevilla del año 1980. Esta ciudad fue elegida por Marcus por su clima, que incitaba a sus habitantes a interactuar con sus semejantes en la calle. La fecha, todo hay que decirlo, fue decidida al azar.

Una vez se hubo animado a llevar a cabo este cometido, Marcus habló con su profesora y ésta que se mostró muy ilusionada con el proyecto, a juicio de sus expresiones grandilocuentes y su tono de voz complaciente; a su vez, solicitó de manera inmediata autorización al programa para que, sin costo económico por ser un proyecto de investigación, se introdujera el avatar Daniel con todas las características especialmente diseñadas para él. Se les proporcionó dos claves de acceso, para que alumno y profesora tuvieran un seguimiento más cercano del experimento.

Tal y como habían intuido desde el principio, la adicción preestablecida de Daniel marcaba por completo su comportamiento ya desde sus inicios. El tardar en nacer más de treinta y seis horas, aunque la madre había dilatado lo suficiente, fue un síntoma claro de que el bebé lo que más ansiaba era encontrarse solo en la placenta de su progenitora antes que salir de ese lugar placentero para emerger en compañía de sus ascendientes. A los meses del alumbramiento el problema se hizo más que visible, ya que únicamente se mostraba disgustado y gimoteaba cuando era abrazado, tranquilizándose de nuevo si lo dejaban en su cuna.

Daniel creció y creció con una angustia que no le dejaba vivir y a la edad de diez años, sintiéndose desgraciado por no haber podido evitar el contacto humano tan sumamente desagradable para él, acabó suicidándose en el lavabo de su colegio, al que día tras día le obligaban a acudir, cortándose las venas con una cuchilla de afeitar de su padre.

Marcus no pudo contener las lágrimas. Su avatar, en escasos veinte días de existencia, había perecido para siempre y el único responsable de su desgraciado destino era él. En ese preciso instante comprendió, a fuerza de sufrimiento, la misión tan desagradable del creador, que observa cómo su creación se desvanece en el tiempo y en el espacio sin posibilidad de evitarlo.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Desesperación


El grupo de Adictos a la Escritura nos conmina esta vez a realizar en este mes de octubre un relato sobre Halloween. Reconozco que me ha costado Dios y ayuda conseguir terminarlo pero aquí lo tenéis, espero que os divierta y os guste.

Aquí comienza DESESPERACIÓN:

Está oscuro, mi corazón retumba sin control en el pecho como si de una caja de resonancia se tratara, pum pum pum pum. Pretendo escapar de ese habitáculo estrecho pero no puedo moverme, mis músculos se encuentran agarrotados, inertes. Intento recordar la razón de porqué estoy aquí e incomprensiblemente mi cabeza permanece en blanco.

Los minutos pasan inexorablemente, puede que incluso las horas; No se cuanto tiempo he permanecido dentro pero lo que si tengo muy claro es que no aguantaré mucho más. Desde muy chico siempre he tenido un miedo irracional a morir ahogado, a que llegue el último instante en que mi cuerpo no pueda exhalar aire y las células al no poderse alimentar con el ansiado oxígeno vayan pereciendo una a una, cientos a cientos, miles a miles; que ironía que el mayor de mis temores se esté convirtiendo en una realidad más que posible. Intento tener lúcido mi cerebro para trazar un plan de fuga, tengo que concentrarme en alzar al menos uno de mis brazos para hacer palanca en la tapa de lo que tiene toda la pinta de ser un ataúd de madera de pino, pero no consigo nada.

Como flashes sesgados e incompletos comienzan a aparecer en mi memoria recuerdos de una noche de halloween. Yo iba disfrazado de Drácula, con colmillos afilados y esa capa negra tan característica; todo eran risas y alcohol. La fiesta de origen celta en la víspera de todos los santos se ha desvirtuado a lo largo de los años. Según la tradición druida en ese día el mundo de los vivos se mezclaba con el de los muertos, confundiéndose el uno con el otro; Las calabazas iluminadas le recordaban a los espíritus burlones que en esas casas donde en el pórtico de entrada se hallaban no podían acceder para hacer sus fechorías. Ahora que está próximo mi fin no estaría mal que por una vez mi suerte cambie y pueda librarme de esta más que probable última experiencia implorando el espíritu de halloween o del mismísimo Conde de las Tinieblas.

La desesperación se apodera de mí, ¿que he hecho yo para merecer esto?. Soy aún muy joven, tengo mucho que ofrecer a la sociedad aunque no haya tenido el tiempo suficiente para demostrarlo. Una sensación nauseabunda invade mis sentidos, lo de menos ahora es preocuparme de lo mal que me sentó la cena o de las copitas de un brebaje amargo que llamaban ponche amenizadas con ácido, me muero, entro en trance y un espíritu me empuja para que no permanezca entre ellos cuando a lo lejos escucho una voz que me grita ¡Despierta, que la fiesta ha terminado!.

Con gran pesadez abro los ojos y descubro con sorpresa que todo fue un sueño, me resulta extraño pues era todo tan real, el ataúd, la sensación de agobio, la muerte acercándose a pasos agigantados.

No se como ni porqué pero en el camino de vuelta a casa comienza a gestarse en mi cabeza una teoría estrambótica de lo que verdaderamente me había ocurrido aquella noche; la fuerte ingesta de alcohol y drogas me produjo un estado de delirio que consiguió que mi corazón se parara por unos momentos. En ese instante formé parte del mundo de los muertos pero en la noche de halloween todo puede suceder incluso que un espíritu caritativo me diera una segunda oportunidad en el teatro de los sueños que es la vida y que espero, esta vez, no desperdiciar. 

domingo, 14 de octubre de 2012

El diario de Monroe Crashed (segunda parte)

Advertencia: A los menores de edad no se le está permitido leer este relato, quedáis avisados.

4 de octubre de 2012

Acudo como cada jueves a la consulta del tuercebotas de Jimie. En la hora que dura la sesión siempre me lo paso genial sentado en su poco mullido diván color chocolate imaginando situaciones a cual más estrambótica para convencerlo de mi patología psiquiátrica, es como mi deporte semanal favorito, un reto para mi extraordinario cerebro inventarme una enfermedad con todo lujo de detalles y que la misma resulte para un especialista del coco, eso reseña su currículum, verosímil. Hoy le he contado abreviando que hace unos días cuando salí a la calle me noté observado, agentes del FBI vestidos de paisano me siguieron hasta el mercado y cuando miraba para divisar donde se encontraban disimulaban como si estuvieran leyendo un periódico u observando un escaparate. Seguí diciéndole, con mi verborrea característica propia de un orador profesional, que sentí mucho miedo ayer a la hora de mi baño nocturno cuando se me apareció de la nada un hombre de toga blanca, pelo canoso y barba prominente que, con voz sepulcral y de ultratumba me convencía de lo maravilloso que hasta entonces había demostrado ser, que era el elegido de entre los habitantes del mundo para salvarlos a todos como Jesucristo, Dios en la tierra, como hacedor del perdón de los pecados y de la vida eterna; no quiero pecar de modesto pero estuve brillante en la exposición de mi particular delirio, el pobre doctor quedó con la boca abierta dejando traslucir un hilillo de baba blanquecina entre sus labios, muy desagradable a la vista, eso si, que evidenciaba gráficamente a las claras que la trola que le acababa de contar se la había tragado enterita, “con espinas y todo”, si le digo en ese preciso instante mi pequeño problemilla con el deseo insaciable de matar se cae de espaldas o le da un ictus del que le es imposible volver al mundo de los vivos . No pude evitar explotar a carcajada limpia una vez salí de su despacho.

Ahora que estoy contento creo que sería una buena idea hablar de la segunda muerte que perpetré, juro por lo más sagrado que no fue en absoluto premeditada ni la elegí a conciencia, surgió sin más como brota la hierba fresca en el campo mojado o el sol tras la noche estrellada. Yo tenía 14 años y empezaba sin pretenderlo a interesarme por las chicas, mejor dicho por una en concreto que conocí cierto día caluroso de verano mientras caminaba solo pensando en mis cosas aunque si soy sincero ahora mismo no se muy bien expresar de que se trataba, recuerdo no obstante que era importante para mi. Lucy, que fue como se presentó, debía ser una descarada pues me invitó el mismo día de vernos y apenas hablar una media hora a tener un encuentro furtivo por la noche con actitudes lujuriosas. Quedamos, para no perdernos, en el mismo lugar donde nos topamos por primera vez y, cogiéndome de la mano me llevó, con la seguridad que le ofrece el no haberlo hecho la primera vez, al pajar de una casa cercana abandonada hacía poco tiempo. Allí, casi sin mediar palabra, se quitó la ropa instando a que yo hiciera lo mismo. Recuerdo que era preciosa, sus pechos grandes y altivos aun a pesar de su corta edad y su sexo poco rasurado me parecieron extraordinarios, yo los había visto en fotos pero al natural como suele decirse resultaban diferentes, mucho más excitantes. Deseaba observarla, acariciarla, besarla en cada palmo de su voluptuoso cuerpo, pero la magia del momento duró lo que dura una hamburguesa apetitosa en la boca de un glotón, lo que se tarda en disponer una moneda en la ranura de una máquina de refrescos y ésta al pulsar el botón de la bebida elegida expulsa sin esfuerzo la ansiada botella del líquido espumeante. Lucy, al ver de cerca mi miembro viril ya erecto comenzó a reír como si no hubiera un mañana, para ella como en una macabra premonición así resultó ser, gritando expresiones soeces del tipo “tienes un garbancito entre las piernas”, “donde vas con esa mini-polla”. La humillación que sufrí resultó insufrible, no quería escuchar esos insultos por más tiempo y la hice callar con un puñetazo en la boca; la violencia del golpe fue tal que varios minúsculos dientes amarillentos se esparcieron por el suelo. La dejé inconsciente y lo uno llevó a lo otro, no lo pensé dos veces, simplemente actué, cogí la navaja que siempre guardaba en el bolsillo derecho de mi pantalón y la degollé con un movimiento rápido. Recuerdo que la sangre roja y espesa comenzó a manar de la herida mortal de manera escandalosa inundándolo todo. Demonios, pensé, que de sangre tiene esta juguetona cabrona y, con el cuerpo aún caliente y espasmódico me pareció una buena idea llevarme un recuerdo de aquel furtivo encuentro, utilicé de nuevo mi navaja para diseccionar el pezón izquierdo de aquella belleza sin igual. Fue mi primer trofeo y probablemente el más preciado de mi colección.

Aquella madrugada acudí al lago sin que nadie reparara en mi ausencia a lavar mi manchado cuerpo de la ya coagulada y oscura sangre de Lucy, me sentía extraordinario, nuevamente había sido capaz de matar y no anidaba en mí una mínima sensación de culpabilidad ni desasosiego, más al contrario, había hallado la manera de ser feliz plenamente, yo solo sin ayuda de nadie, si el resto de la humanidad no lo comprendía sería en cualquier caso problema de ellos no el mío, aunque de algo estaba seguro, si quería volver a intentarlo debía ser bastante más cuidadoso, tramar un plan infalible para evitar que la policía husmeara en mi secreto, mi hobby, mi vida; no sería lógicamente igual el disfrute de mi éxito si acababa mi existencia en una sudada silla eléctrica. Esta vez tuve suerte, cuando se hubo conocido pocas semanas después la muerte de la malcriada y ninfómana chica, el asesinato se lo imputaron a un pobre infeliz perturbado del pueblo que confesó haberlo cometido, supongo, por afán de protagonismo. Me libré como se libran los grandes hombres, con un poco de inteligencia y un mucho de azar.  

domingo, 7 de octubre de 2012

El diario de Monroe Crashed (primera parte)



Éste es un relato de “estilo gore” que iba a ser escrito para el proyecto de Adictos a la escritura del mes de septiembre. Se va a componer de varias partes; ésta es la primera. Por falta de tiempo y otros factores me fue imposible realizarlo para su publicación en el día previsto, pero como me atraía escribirlo pues aquí lo tenéis. Debo reconocer que va a ser algo fuerte, por lo que a los de estómagos sensibles y a los menores de 18 años y mayores con reserva no se lo aconsejo, avisados estáis. Dispongámonos a adentrarnos en la oscuridad más absoluta de la mente humana  y en la sombría personalidad del individuo con “El diario de Monroe Crashed”. 

3 de octubre de 2012. 

Me llamo Monroe Crashed y éste es mi diario. Hoy he empezado a escribirlo por prescripción de mi médico, a partes iguales insigne y palurdo Doctor Jeremiah Smither, Jimie para los amigos. Jimie, con el que llevo tratándome varios años, judío de boquilla pero no practicante, con sus gafas culo de botella y su bigotito repelente, tiene la firme convicción de que soy un esquizofrénico paranoide, pero lo que no sabe ni es capaz de discernir en cien vidas es que he inventado esos síntomas (en la wikipedia se encuentra gran parte del conocimiento del planeta) para poder acceder sin mucha complicación a una paga de invalidez cuantiosa que, gustosamente y sin rechistar, el Estado de Massachusetts me abona religiosamente el 28 de cada mes.

No sé muy bien cómo va esto; es el primer diario que escribo pero supongo que lo procedente es empezar por el principio. Yo nací al abrigo, aunque no sea esa la palabra capaz de describirlo, de una familia que podríamos llamar de peculiar. Mi madre, una santa y el único ser humano que me ha tratado bien y me ha querido en esta asquerosa vida, era puta, y mi padre, un transportista parado en sesión continua, borracho desde las ocho de la mañana a las doce de la noche, no hacía otra cosa en todo el día que estresar al sofá mugriento del salón de casa dándole a la botella y levantándome la mano con el consiguiente mandoble posterior, muy gallito cuando ella no estaba por sus quehaceres libidinosos, si no cumplía sus ordenes a tiempo. Una tarde gris de otoño, a la edad de siete años me comunicaron la muerte en accidente de coche de mis padres; únicamente lo sentí por mi madre, no por el borracho bastardo, que era como por aquel entonces yo llamaba a mi padre. Desde ese momento me encontré solo en el mundo, y como no tenía parientes cercanos que quisieran hacerse cargo de mí, todo este cúmulo de infortunios hizo que mis huesos fueran a parar a un orfanato.

Yo, que era un niño tímido y con una inteligencia fuera de lo común, caía mal en ese agujero infecto para chavales descarriados que era Howards. Miky, no podría olvidar ese nombre mientras viviera, era un sucio y pecoso mamporrero tres años mayor que yo; no sé la razón pero la tomó conmigo. Todos los días al terminar las clases me esperaba para darme una manta de puñetazos con el único fin de robarme los apuntes, o simplemente abusar sexualmente de mí por simple divertimento. Si digo la verdad, el primer día lo pasé francamente mal. Recuerdo que tras acontecer el desgraciado incidente me metí en la ducha llorando y me llevé al menos unas dos horas bajo el agua; la angustia y la desesperación no desaparecían ni siquiera restregando mi escuálido y amoratado cuerpo con esa esponja de púas que nos proporcionaban para nuestro uso higiénico. Esto me ocurrió como una semana entera, día si y día también, pero ya no me importaba, sabía que Miky debía pagar por sus horrendos actos y yo iba a ser su brazo ejecutor.

Una mañana me levanté con la firme decisión de acabar con la vida de Miky. Lo cité a media tarde junto al único lago que se hallaba en los alrededores, a media milla del orfanato, con la falsa propuesta de enseñarle una cosa que había escondido en aquel lugar; lo que no podía saber el pecoso Miky, por ser escaso de entendederas, era que lo que iba a descubrir allí sería su muerte haciendo uso de una sartén de grandes dimensiones que previamente había robado, sin que nadie se diera cuenta, de la cocina. Una vez ambos en ese escenario sombrío, lo dirigí con entusiastas palabras hacia unos matorrales y le dije que allí estaba lo que iba a enseñarle; él se agachó para rebuscar, lo cual me dio el tiempo suficiente para esgrimir la sartén contra su cabeza inútil. Fue un golpe seco y certero. Supe que aquel desgraciado había muerto al instante, pues parte de sus viscosos sesos ensangrentados fueron a parar a la hierba fresca. Los pisé en señal de duelo y, una vez me hube recuperado de lo que había sido capaz de hacer, le até una piedra de grandes dimensiones con una cuerda a sus pies inertes, con eficiente nudo marinero, y me lo llevé unos pasos más allá de la orilla, donde la profundidad era suficiente, y con enorme esfuerzo lo lancé con todas mis fuerzas al fondo del lago; allí se quedó hasta el fin de sus días comido por los peces.

No puedo describir con palabras la amalgama de sensaciones que me causó la muerte de Miky. Me sentí especial, único, superior al resto de los mortales; en ese instante de orgasmo emocional supe que no iba a ser la única muerte que perpetraría a lo largo de mi vida. El placer que me causaba planearla y finalmente ejecutarla iba a ser para mi una droga dura: no podría pasar sin ella, como les ocurre a los yonkis en períodos de abstinencia; necesitaba el chute de poder que sólo podía conseguir cercenando la vida de otro ser humano, por el simple placer de hacerlo.  

lunes, 25 de junio de 2012

El robot y el extraterrestre


El proyecto de este mes de “adictos a la escritura”, versa sobre unos personajes que deberán ser los protagonistas de nuestra historia, que al azar nos han correspondido. En mi caso, se trata de un robot y un extraterrestre.

Aquí comienza “El robot y el extraterrestre”. 

Corría el año 2.045 de la nueva era, nombre con la que se denominaba a la etapa tras la Tercera Guerra Mundial ocurrida en el año 2.013 y que se prolongó en el tiempo durante siete largos años, pero cuyos efectos devastadores duraron más de lo deseable. 

Durante largo tiempo los libros de historia habían emborronado sus páginas contando que el detonante de esta guerra había sido el ataque terrorista cruel y despiadado por la aquella entonces organización delictiva-religiosa denominada “Al Qaeda”, el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos de verano del año 2012 celebrados en la ciudad de Londres, donde fallecieron miles de inocentes, a la sazón los únicos Juegos que tuvieron que ser suspendidos por tan grave acontecimiento. Los países occidentales se unieron en frente común en contra del que denominaron “el maligno árabe”; fue una lucha sin tregua ni cuartel de Occidente contra Oriente. Afortunadamente, con el tiempo se supo la verdad pero nada pudo hacerse para remediarlo; ciertos países y sus conciudadanos de grandes fortunas, personajes que sin lugar a dudas movían los hilos político-financieros de los gobiernos, ante la necesidad de vender los excedentes de material armamentístico y la escasez del que por esas fechas era el hacedor de la energía y responsable final de la civilización tal y como era conocida, el petróleo, confabularon un plan maléfico organizando un golpe terrorista, echando la culpa de lo sucedido a una facción extremista árabe para la consecución de sus fines horrendos. Y a prueba, macabra por otra parte, que lo consiguieron.

En el 2.045, una vez se hubieron calmado definitivamente las aguas de la batalla, el planeta se distribuyó y organizó políticamente en dos grandes estados, América y Europa, a los que se les llamó coloquialmente “el primer mundo”. El resto, los indeseables perdedores de la guerra, se hacinaban en territorios baldíos, desiertos y estériles como sus pobres cuerpos, pereciendo finalmente fruto del hambre, la sed y la desesperación más absoluta, sin que nada ni nadie tuviera posibilidad de modificar este aciago destino.

La sociedad se había vuelto individualista e insolidaria, los valores antaño imprescindibles para el ser humano como la moralidad, el honor, la conciencia colectiva o el bien común, se habían esfumado por el desagüe de la incomprensión como las ilusiones de un planeta nuevo y mejor. 

Al que poseía la enorme fortuna de nacer en ese “primer mundo” no le faltaba ni comida ni agua, sus necesidades básicas estaban plenamente cubiertas y vivía con todas las comodidades imaginables. Una familia media y estándar la conformaban la pareja (del sexo que fuese), un hijo o hija fruto del deseo carnal y de la ingeniería genética mas no del amor, y al menos un robot con forma humana que les ayudaba en las tareas del hogar y enseñaba, con la mayor de las sonrisas que su rostro sintético fuese capaz de ofrecer, las materias básicas como matemáticas, física, literatura, etc…, para poder manejarse en la vida a los pequeños o grandes de la casa, siempre y cuando tuviera instalado en su memoria el módulo de software correspondiente. 

Ésta es la historia de un robot especial con número de identificación “C3PO-NUEVA GENERACIÓN-000125798”, que en su familia, John, Julia y su hijo Francesc llamaban cariñosamente y para abreviar “Halo”.

Halo, un robot humanoide de nueva generación extremadamente perfecto, era como todos los robots fabricados de su serie salvo por un defecto en sus circuitos que lo hacía único. Este robot, que había sido diseñado para aprender de todo lo que le rodeara y tomar decisiones por sí mismo, comenzó a plantearse cuestiones diversas que estaban vedadas al resto, empezó a tomar conciencia de sí mismo como un yo personal diferenciado del resto, haciéndose preguntas del tipo ¿quién o qué soy yo?, ¿porqué me han creado?, ¿podré ser algún día humano?, ¿tengo alguna misión en este mundo que haga que sea recordado por siempre?, ¿existe el alma? y si es que existe, ¿tengo yo alma tal y como refieren poseer los humanos?, una vez que mis circuitos queden inutilizados por el uso, ¿podré vivir para siempre en forma espiritual?.

Estas preguntas tan dispares como fundamentales martilleaban incesantemente la cabeza de aleación ligera de Halo, tanto que le distraían e imposibilitaban para realizar el trabajo por el que había sido adquirido. John y Julia, al tomar conciencia del problema que acuciaba a Halo, decidieron sin compasión que lo mejor para todos era desechar por defectuoso al robot y, contrariamente a lo que pudiera pensarse, a Francesc le pareció fenomenal siempre y cuando compraran sus padres un nuevo robot con quien jugar. Cierto día, mientras Halo salió al jardín para observar una mariposa de extraordinarios colores, John, Julia y su hijo Francesc de común acuerdo le negaron el paso a su hogar, le indicaron que sus claves de acceso vía retina a la vivienda habían sido borradas y le dijeron sin más explicación que se marchara para nunca volver; ya no era bien recibido en esa casa.

Así fue como Halo por primera vez experimentó la sensación extraña del rechazo, vagó desde entonces sin rumbo fijo por las calles infectadas de vehículos teledirigidos y paneles de publicidad, hasta que comprendió que todo lo malo que le estaba pasando debía tener una razón de ser, que quizás fuese la única posibilidad de salir ahí afuera y descubrir los interrogantes que tanto le desvelaban.

Preguntó a todo humano mayor de sesenta años, como sinónimo de sabio, que se encontraba por doquier, visitó cientos de hemerotecas digitales donde el conocimiento se condensaba, leyó miles de libros de temática espiritual, pero todo resultó en vano, nada le ofrecía las respuestas que tanto ansiaba descubrir hasta que ocurrió un hecho sorprendente mientras contemplaba en soledad un campo extraordinario de amapolas al amanecer. Del cielo estrellado surgió con el rugir de los grandes sueños una nave de proporciones inmensas de una tecnología muy avanzada y aparentemente no humana de la cual descendió ingrávido un ser esbelto de unos tres metros de altura, de grandes ojos oscuros y de piel casi translúcida. Halo, más que sentir miedo o incertidumbre se alegró de la suerte tan inmensa que había tenido; ese ser tan avanzado probablemente fuese el único que tuviera las respuestas.

    
No hablaron, no hizo falta, el ser extraterrestre por telepatía le transmitió al humanoide que habían venido a la tierra en son de paz y con la misión de difundir un mensaje de ilusión a los pobladores de ese planeta y que él sería el medio conductor perfecto a tal fin. Halo inmediatamente mostró tu consentimiento pero en pago justo a tal favor ellos debían contestar a todas sus preguntas. El extraterrestre que respondía al nombre de “Skywalker” sonrió y le inculcó en su mente lo siguiente:


— Buen amigo, lo que estás preguntando es en definitiva cuál es el sentido de la existencia y eso es algo que, aunque yo lo supiera, no debo decírtelo; tienes que descubrirlo por tus propios medios. Lo que sí puedo hacer es ofrecerte unos consejos que quizás te lleven a lo que estas buscando: vive el día a día como si fuese el último, sé consecuente con tus propios principios y nunca los traiciones y, por encima de todas las cosas, haz el bien como fin supremo. Si sigues fielmente estos cometidos puedo asegurarte que mientras exista conciencia colectiva, de la que tú tendrás a partir de ahora mucho que ver, tu huella se mantendrá imborrable y vivirás para siempre en el ideario de las gentes hasta el final de los días.

Halo, como muestra de respeto y consideración, agachó su cabeza y juró firmemente cumplir tan magna e importante misión. 

lunes, 28 de mayo de 2012

La niña de la manzana, proyecto del mes de mayo para "adictos a la escritura"


Como cada mes desde “Adictos a la escritura”, se nos propone, esta vez, un relato por parejas en el que deberemos conformar una historia que tenga relación con la imagen que previamente nos ha sido sorteada. En nuestro caso nos correspondió fruto del azar la foto de una niña con una manzana en la mano.

Dispongámonos entonces a contar la apasionante historia en cualquier caso ficticia de “La niña de la manzana”.



Julio y Rosario eran una joven pareja recién casada. Él, mecánico del único taller que existía en el pueblo; ella, maestra de escuela de niños de corta edad que con gran esfuerzo y dedicación conseguía, al menos eso es lo que pensaba, que sus alumnos aprendieran a querer la literatura. Ni que decir tiene que para Rosario los libros eran su mundo y pretendía transmitir a esos niños ávidos de conocimiento, dicho sea de paso, con gran emoción, el placer tan inmenso que se siente al pasar las páginas blanquecinas, ese olor inconfundible de libro antiguo, los lugares tan dispares en que logran transportarnos y las vidas y aventuras que nos hacen vivir; en definitiva que la esencia de leer y su significado casi místico fuese grabada como a fuego en esos críos. 

El mecánico y la maestra se conocían desde siempre. A Rosario, día sí y día también, se la veía al lado de Julio. Mientras las demás niñas estaban jugando a las casitas, Rosario, si no tenía deberes pendientes pues era muy aplicada en los estudios, se iba a buscar a Julio o Julito para juntos ir a pescar al río o perseguir a libélulas escurridizas. Eran inseparables y, claro esta, cuando crecieron ya era irremediable que se gustaran y que acabaran vestidos de novios para plasmar en un papel y delante del “Santísimo” lo que sus corazones sentían.

Eran felices, el dinero que llegaba cada mes a su cuenta corriente no era mucho pero más que suficiente como para pagar su casa con jardín, el coche de segunda mano de Julio y la biblioteca repleta de libros de Rosario. Todo lo demás carecía de importancia, pero como a los humanos nos gusta complicarnos la vida, tanto Julio como Rosario decidieron que ya era hora de traer a su vástago a la tierra. Y así, transcurridos ocho meses y 24 días de su concepción, nació en parto natural y con grandes sufrimientos para la maestra una preciosa niña a la que pusieron por nombre Sara.

Sara, de grandes ojos turquesa y carácter risueño y apacible, en apariencia sana, escondía para desgracia de sus padres una enfermedad difícil de descubrir pero que marcaría para siempre su existencia. Cierto día, mientras la niña se disponía a juntar las piezas de colores de un puzzle de madera que con tanto amor Julio compró a su hija en su cuarto cumpleaños mientras salía del taller, sus padres comprobaron que Sara los componía correctamente y en un tiempo récord pero mezclando incomprensiblemente los colores; los rojos con los azules, y los verdes y amarillos con los naranjas. Al principio, como era natural, no le dieron importancia pero poco a poco fueron descubriendo, a su pesar, que la niña no sabía distinguir colores.

Muchos doctores estudiaron la enfermedad de Sara, sesudos investigadores de bata blanca le hicieron pruebas y más pruebas hasta llegar finalmente a la firme conclusión de que la pobre niña padecía de una especie extrañísima de daltonismo, la niña veía en blanco y negro, o más técnicamente hablando, en una escala de grises, y lo que era aún más inquietante, no existía cura conocida para ella.

Así creció Sara con el cuidado casi constante de sus padres hasta que un día el destino y la providencia quiso solucionar su problema. Sara odiaba las frutas, ya fueran naranjas, sandías, peras o manzanas, era superior a sus fuerzas pero, mientras jugaba con su mejor amiga Rosa probó casi sin querer y por curiosidad una manzana “red delicius”, las que son de color rojo intenso, comprobando casi al instante que sus preciosos ojos ya no veían en blanco y negro sino en una gama de tonalidades a cual más brillantes y bonitos. Pudo observar un cielo azul maravilloso, la hierba verde recién cortada y el amarillo fulgurante del sol. A partir de entonces había vuelto a nacer, todo lo que veía tenía sentido.

Alegre de emoción y dicha fue la joven Sara a contarles a sus amorosos padres lo sucedido. Su padre Julio no pudo evitar que las lágrimas brotaran de su rostro; Rosario, en cambio, se quedó sentada en una silla sin moverse ni articular palabra, se encontraba en estado de shock. 

El efecto asombroso, al parecer, sólo duraba unas horas. Los médicos no daban crédito a lo sucedido; explicaron que lo acontecido se podía deber, aunque no a ciencia cierta, a una reacción alérgica extraña que provenía de una enzima que sólo tienen ese tipo de manzanas, y que incidía, sin conocerse aún la causa, directamente sobre las células de la retina de los ojos de la niña intensificando y magnificando su poder, hasta entonces dormido. Julio y Rosario, en cambio, se fiaron de su instinto y creyeron más acertada la teoría de que lo sucedido se debió a un milagro ante tanta plegaria al Santo Dios, y desde ese preciso instante solemnemente juraron al unísono por lo más sagrado que a su querida hija no le faltaría nunca jamás una manzana roja.

Esta promesa fue cumplida por sus padres mientras pudieron. Todas las semanas, Rosario traía del mercado las mejores manzanas “red delicius”, kilos y kilos de ellas, hasta que las potencias mundiales se pusieron de acuerdo y confabularon una guerra a escala mundial. El detonante de todo este absurdo fue un “porqué no te callas” , que le espetó cierto dirigente occidental, en una conferencia internacional de países, a otro oriental y el orgullo de no retractarse ni pedir disculpas. Todo esto derivó en un incidente a escala mundial que dio como resultado casi inevitable la declaración conjunta de guerra.

A partir de entonces todo fue un caos, el miedo invadía como un potente ejército los corazones carentes de ilusión de los pobres civiles. El dinero escaseaba y los alimentos, sobre todo los perecederos, desaparecían de los estantes de los supermercados.

  Julio perdió su trabajo, ya no se necesitaban tantos mecánicos y Rosario ganaba la mitad de su sueldo en la escuela. La familia tenía lo básico para sobrevivir pero para Julio y Rosario lo más importante, visto lo visto, era que a su hija no le faltara esas manzanas que le daban la vida. En el pueblo que conocían el problema de Sara,  todos echaban una mano y se afanaban en conseguir esas manzanas que ya empezaban a terminarse lo cual se agravó con las bombas que cayeron cierto día aciago de verano. El olor nauseabundo a piel quemada y basura infecta se respiraba por cada rincón de ese lugar de destrucción, las gentes corrían sin saber bien donde ir, la desesperación y la zozobra se instaló en aquel perdido pueblo y no quería marcharse, pero mientras aún existieran manzanas para Sara, sus padres eran felices.

Pero como las penurias nunca vienen solas, el alimento se fue acabando poco a poco, las latas de conservas como único sustento para sus estómagos rugientes dieron a su fin. El gobierno dispensaba de pan cada dos días pero esa medida de urgencia acabó para desgracia de estas pobres gentes que malvivían por unos dirigentes, absolutos irresponsables sin alma, que habían llevado a la guerra sin pensar en que su pueblo se moriría de hambre. 

Y llegó el momento que Julio y Rosario no hubiesen querido ni en la peor de sus pesadillas, en la casa para comer sólo quedaban 20 manzanas que con celo guardaban para su hija. Ella, con una falta absoluta de egoísmo cogió las manzanas y se las cedió a sus padres diciendo:
— Papá y mamá, os quiero muchísimo, habéis sido los mejores padres para mí, vosotros me disteis la vida y me enseñasteis lo que es ser una buena persona amante de las pequeñas cosas. Lo que yo soy os lo debo a vosotros y sin dudarlo un momento prefiero este mundo en blanco y negro aún lleno de sombras que vivir en colores con la culpa de que mis padres se queden sin comer. 

De ese modo, Sara enseñó a sus padres y al mundo entero, si supieran escuchar, algo maravilloso, de lo cual se mostraron muy orgullosos; reparte con los demás lo que tengas aunque en el intento puedas quedarte sin ello pues ese acto infinito de generosidad te recompensará con creces mucho más que si lo hubieses disfrutado sólo tú. 



sábado, 21 de abril de 2012

Seres oscuros


En estas líneas desearía hablaros de personas (ya sean hombres o mujeres), sin alma ni escrúpulos. Seres inmundos e infectos que no merecen ninguna distinción ni reconocimiento más todo lo contrario, la mayor de las indiferencias.
Me refiero a aquellos individuos que se encuentran por encima del bien y del mal, se sienten superiores al resto de los hombres sin distinción de género mirándonos por encima del hombro. Nos tratan como chusma, que equivocados y vacíos están pues la chusma y la podredumbre sin lugar a dudas son ellos.
En su vocabulario no existe la palabra educación, si alguien osa a saludarlos con un simple “buenos días”, ellos nunca devuelven el saludo, no pueden rebajarse pues son portadores, en su errónea conciencia enferma, de la verdad absoluta.
Si por razón del cargo u oficio que ocupan en la sociedad esperan el respeto, en apariencia es probable que lo consigan pero lo que no llegan a vislumbrar ni en sus peores pesadillas es que este respeto es falso, es de mentira. No han aprendido aún que el respeto no se exige ni se compra, el respeto de verdad hay que ganárselo día a día, hay que merecerlo.
Cuando estas sabandijas cometen una equivocación aún dañando a terceras personas nunca piden perdón, de acuerdo con su forma de pensar es delito incluso plantearse tal circunstancia. Desde mi punto de vista, lo delictivo es sufrir su presencia.
Estos personajes o personajillos que se autodenominan con pedantería de “dioses” no entienden que una vez hallan finalizado la labor que la sociedad y su inteligencia les permitió desarrollar, una vez despojados de sus prerrogativas y dádivas, son simples mortales, con sus virtudes, pocas, y sus miserias, muchas. Se quedarán solos y desvalidos, nadie querrá acogerlos pues en el devenir de sus vidas nunca se molestaron en la necesidad de sembrar la cosecha, y al final no quedarán frutos que recoger, válgase el símil.
Mi teoría es que en su infancia sufrieron el desprecio y la desconsideración de niños malvados y ahora, en edad adulta, ese desprecio lo multiplican por mil y lo utilizan como arma arrojadiza ante infelices que acaban topándose con ellos. No es excusa, no señor, la sociedad nos enseña y nos grita alto y claro lo que está bien y lo que está mal. Es en nuestros corazones donde deberemos escarbar que decisión es la acertada, ser dignos de elogio y reverencia o de lo contrario convertirnos en personas despreciables. Los que eligieron en su plena capacidad de entendimiento convertirse en lo que son, si Dios existe, algún día lo pagarán. Me gusta pensar que todo no acabe con la muerte, que un ser superior nos permita redimirnos de vidas pasadas. En ese caso, estos “seres oscuros” bien podrían reencarnarse en unas sucias cucarachas a punto de ser pisoteadas por una bota del 45, y si no es mucho pedir, que permanezcan pegados y agonizantes irremisiblemente a ella por meses.  

sábado, 14 de abril de 2012

Titanic, proyecto para adictos a la escritura del mes de abril




La idea de escribir este relato proviene del proyecto de adictos a la escritura del que soy miembro pues, ya habréis podido imaginar, el 14 de abril se conmemora el centenario del desastre del Titanic. Siendo sincero, debo reconocer que odio profundamente la película “Titanic” de James Cameron como director, y este dato incontestable ha sido como no podía ser de otra manera mi fuente de inspiración.

 Este relato corto es total y absolutamente ficticio, fruto de la mente calenturienta de su autor y con un fin muy determinado, divertir al que lo lee. Los nombres y localizaciones que aparecen, alguno real, sirven a la historia simplemente como referencia y punto de apoyo para la misma pero sin afán de insultar o vejar a nadie, y menos aún de lucrarme con esto. No me extiendo más en esta introducción, espero que os guste y lo disfrutéis tanto o más a como yo lo he disfrutado con su escritura.



 Aquí comienza mi relato corto “Titanic”. 



CUARTEL GENERAL DEL SERVICIO DE INTELIGENCIA NORTEAMERICANO, EN LA ACTUALIDAD. SALA DE INTERROGATORIOS. SON LAS 11.30 HORAS DE LA MAÑANA.

  La sala era pequeña y rectangular. Su decorador no podría denominarse de excelso ni extraordinario. La conformaba una mesa cuadrada de unos dos metros de longitud sacada de un colegio cualquiera y dos sillas extremadamente simples. La estancia se encontraba iluminada con una luz amarillenta que provenía de una lámpara de neón. Sin ventanas. Un amplio espejo ocupaba casi toda una pared del que seguramente al otro lado alguien los estuviera observando, y con una única puerta de entrada o de salida. Todo muy tétrico.
  Sentados ya en las sillas se encuentra el Oficial Mayor al mando Alan Smith, nieto curiosamente del Capitán del Titanic Edward John Smith, y el afamado cineasta James Cameron. La tensión se masca en el ambiente.
— Dígame su nombre completo—, expresó con solemnidad Alan Smith a su interrogado. Alan, tipo alto y fornido donde los haya, pelo ralo y prominente mandíbula, facciones rectas e inexpresivas, parecía sacado de una película de tipos duros, un geyperman cualquiera. 
— Como si no lo supiera. Si se me va a acusar de algo quiero la presencia de mi Abogado, esto es un atropello y una ilegalidad. Tengo mis derechos, contestó el director sin poder disimular su incertidumbre.
  El oficial Mayor en ese momento abrió una voluminosa carpeta color marrón del que sobresalía presumiblemente un dossier con amplia y variada información sobre el cineasta. Lo miró a los ojos y con enorme tranquilidad le dijo:
— Usted no tiene una mierda, la Seguridad Nacional está en juego. Vayamos al grano, no quiero perder toda la mañana con esto. Sr. Cameron, dígame, que sabe sobre el Titanic. No me refiero al esperpento de película que filmó, sino a lo que pudo averiguar sobre el desastre. No escatime en detalles.
—Ahh, ¿pero todo esto va del Titanic?, no me lo puedo creer. Su historia es conocida por todos y se ha contado un millar de veces. Fue sorprendido en Terranova por un iceberg gigante sin que hubiera posibilidad de detenerse o esquivarlo el 14 de abril de 1912, según se dice sobre las 23:40 horas. Murieron 1517 personas salvándose sólo 705. Una tragedia. Mire la wikipedia, allí lo pone todo con pelos y señales mucho mejor de lo que yo pueda contarle.
— No me venga con pamplinas que cuentan las abuelas a sus nietos—, le espetó el Oficial con un tono de voz serio. —Me consta que usted estuvo investigando por su cuenta distintas teorías de lo que ocurrió realmente ese 14 de abril. Incluso, esas teorías le llevaron, con un enorme gasto económico por su parte, a profundizar como ningún otro hombre hizo antes en la fosa de las marianas, en el Océano Pacífico. Lo tenemos todo documentado, no puede engañarme. Aquí estamos usted y yo, nada más, aquí no es un hombre importante ni conocido. Dígame lo que quiero saber y podrá marcharse a casa.
  El cineasta con aparente estado de nerviosismo, viéndose a sí mismo atrapado y sin posibilidad de escapatoria, sabía que si quería volver con su familia debía contarlo todo, lo que él creía que sucedió y, sin volver a pensarlo dos veces comenzó a hablar.
— Lo que se conoce de la tragedia del Titanic es un burdo engaño. Todos los pasajeros desaparecieron, el Titanic nunca se hundió, simplemente se esfumó de la faz de la tierra. Los restos del barco que aparecieron en el año 85 no concuerdan con los del Titanic, eran de otro barco. Los “supuestos” supervivientes resultaron ser simplemente actores y actrices que interpretaron a la perfección su papel, los niños eran pequeños en aquella época y nunca hablaron de lo sucedido, ¿no puede parecer ese dato extraño y curioso?. La lista de pasajeros se falseó a conciencia. Todo se tapó. Todo se silenció. El gobierno de los Estados Unidos lo silenció.
  El director de cine bebió un poco de agua y prosiguió:
— La última grabación de radio del Titanic y de la que tuve oportunidad de escuchar una sola vez no hablaba de ningún iceberg. El primer oficial de radio Jack Phillips con evidente temor en sus palabras, pronunciaba, antes de cortarse para siempre su mensaje, lo siguiete: “Pero Dios, que es eso, es un OV……”. No se grabó más. Mi teoría es que unos seres venidos de otro planeta, más evolucionados e inteligentes que el hombre, se vieron sorprendidos y amenazados por ese enorme barco en la que en aquella fecha era una de sus sedes terrestres y, materialmente, lo confiscaron con todos sus pasajeros. O algo peor, lo destruyeron. Estos datos fueron conocidos de primera mano por el Gobierno de los Estados Unidos, decidiendo su Presidente que era mejor ocultarlo para no alarmar a la población civil. Actuaron rápido y con eficiencia, eso sí que hay que reconocerles. En la fosa de las marianas encontré vestigios de lo que fue una sociedad extraterrestre, construcciones que no pudieron ser realizadas por el hombre por razones obvias. Todas mis investigaciones iban por ese camino. Lo que no pude descubrir es que fue del majestuoso barco y de sus desdichados pasajeros.
— Esto es otra cosa. ¿No ve como no ha sido tan difícil?. Ahora debo ser sincero con usted, le engañé. Nunca tuve la intención de dejarle marchar. Usted se va a quedar aquí, tiene una misión que deberá cumplir por nosotros y por todos sus conciudadanos, algunos de ellos, o muchos, fieles espectadores de sus películas, pronunció con cierta sorna y desprecio el Oficial Mayor. Concéntrese en mis palabras pues no tengo intención de repetirlas. Voy a contarle un secreto que unos pocos privilegiados conocen. Hace un año nuestro físico más afamado al servicio exclusivo de los Estados Unidos, el Sr. William Kosturika, debo decir que por casualidad, inventó la manera de viajar en el tiempo, ha creado la ansiada máquina del tiempo. La hemos probado con ratas y primates en pequeños experimentos y funciona. Ahora interviene usted en esta historia. El Presidente de los Estados Unidos de América, siendo usted la persona viva que más sabe sobre el Titanic, le pide que viaje en el tiempo, concretamente al día 14 de abril de 1912 a las 22.30 horas de la noche, una hora antes de ocurrir el siniestro, en las coordenadas donde se supone que el Titanic estaba ondeando aquella aciaga noche los mares de Terranova. Su misión es informar sobre que fue lo que realmente sucedió. Se le proporcionará una mochila con un emisor de radio. Está preparada para emitir en una frecuencia cifrada nunca antes utilizada por el hombre. Esa señal será captada en nuestra base de operaciones muy cerca de donde usted se encuentra ahora. Esa es la buena noticia, la mala es que el viaje es unidireccional, nuestro físico a día de hoy no ha sido capaz de invertir el proceso, al menos de momento, pero le aseguro que lo conseguirá y volverá de donde quiera que se encuentre. Esta misión es fundamental e imprescindible para la vida, tal y como la conocemos, en la tierra. Si sus teorías son ciertas y nuestras informaciones también, algo gordo se está cociendo con nuestros vecinos de piel verde o como quiera que la tengan. Cuanto más datos manejemos de ellos más posibilidades tendremos de preservar nuestro mundo.  
— ¿He oído bien?, usted está loco, usted y nuestro querido Presidente de los Estados Unidos. Supongamos, y es mucho suponer, que todo lo que me está contando es cierto, estoy convencido que habrá cientos no, miles, de sufridos soldados que se sientan orgullosos de perder la vida en tan fastuosa misión por su País. Yo no soy su hombre, ni siquiera me cae bien el que se sienta cómodamente en el sillón presidencial de la Casa Blanca. No, desde luego que no, no lo haré.
— No le estoy pidiendo opinión, mi querido Director, no tiene alternativa, le informo simplemente de su misión que hará por las buenas o por las malas, ¿Está claro?.
  El Oficial Mayor saca del bolsillo interior de su chaqueta una jeringuilla y con un movimiento rápido de su muñeca inyecta su contenido en la mano derecha del cineasta sin que tenga posibilidad de reaccionar y éste queda dormido en cuestión de segundos. 

EN ALGÚN LUGAR DE CALIFORNIA, EN LA ACTUALIDAD.

 Con gran pavor despertó el Director de cine Cameron aquella mañana de lo que en apariencia era un sueño, muy real, pero al fin y al cabo un simple sueño. Observaba con curiosidad a un lado y a otro de su amplia y minimalista habitación como queriéndose convencer a sí mismo de que se encontraba en su casa sano y salvo. Todo se hallaba como siempre. Su cama inmensa, la luz del sol entrando tímidamente a través de la cristalera de la estancia, su mujer a su lado durmiendo plácidamente. Todo como siempre, salvo por el nimio e insignificante objeto que descansaba en el mullido sillón descalzador de madera de caoba justo al lado de la cama, una mochila militar de color verde. 

viernes, 6 de abril de 2012

Imsonnio


DOOOONNNGGGG

Suena el replicar de la campana del reloj del salón a lo lejos, es la una de la madrugada; me encuentro en la cama. Estoy sólo, acurrucado, con los ojos bien cerrados pero no puedo dormir; los pensamientos se me arremolinan en mi cabeza como en un día de ventisca. Los problemas del trabajo y de mi vida se enraízan en la mente y no dejan que ésta quede en blanco; es en estos momentos en los que me gustaría ser un robot y poder apagar mis neuronas con sólo darle al off del power. 
Necesito dormir lo máximo, descansar; lo que se avecina para dentro de unas horas será duro, estaré echo una piltrafa si no logro soñar profundamente, pero no puedo.
Se dibuja sin querer la figura de mi amada Emilia en mi cabeza, su piel de nácar, su cabello suave, sus ojos redondos mirándome llenos de pasión, su vientre plano, su todo; ¿que hice para que se marchara?, ella me quería, se reía con mis chistes, disfrutaba de mi compañía, ¿que demonios pasó para que todo cambiara?; y luego aquel cliente borde del que nunca recuerdo su nombre que entra siempre en mi tienda de ferretería a la hora de cerrar para pedirme unos tornillos planos, “no, esos no; ¿no los tienes más planos?”. Pienso en él y en su cara estúpida e inexpresiva, en su grasiento pelo que no se lo ha lavado al menos en un mes y me entran ganas de vomitar. 


DOOOONNNGGGG-DOOOONNNGGGG

Son las dos de la madrugada, la dichosa campana del reloj del salón vuelve a sonar y aún no logro dormirme; intento imaginarme un prado verde en una tarde de verano soleado o un mar en calma mientras el sonar apaciguado del agua aquieta mi corazón, me encuentro más sosegado, más tranquilo diría yo, pero sigo sin conciliar el sueño y sin atisbo de poderlo encontrar. 
Lo de contar ovejas nunca me funcionó, alguna vez escuché a cierto amigo que el contar pitufitos azules era mano de santo. No tengo nada que perder; papá pitufo, mamá pitufo, ahh no, esa no vale, una mamá pitufo no existía entre los especímenes azules con gorrito en la cabeza; siempre me pregunté como se pueden reproducir tantos pitufos sin que los haya del género femenino, a excepción claro está de pitufina, ¿por generación espontánea?. Misterios sin resolver del mundo pitufil.
Y dale con Emilia, no quiero pensar en ella. Ciertamente, esa mujer me ha marcado para siempre, era especial, con sus cosas como todo el mundo pero igualmente única. Tenía un carácter insoportable cuando se enfadaba, y luego estaba su afán por el desorden; cuantos más trastos hubiera en la casa dispuestos aleatoriamente ella era feliz. Pero la amaba y lo demás no importaba. 
Entre una cosa y otra parece que sigo sin ser capaz de abrazar los suaves brazos de morfeo más que lo intente.
 
DOOOONNNGGGG-DOOOONNNGGGG-DOOOONNNGGGG

Dios, no puede ser, ya son las tres de la madrugada. Aun sigo acurrucado y a oscuras pero de manera incomprensible mis pensamientos que no dejan de aflorar, cual animales voraces, no permiten que duerma.
Aquí, en la cama, me acuerdo de mi padre, fallecido hace dos años. Recuerdo sus bromas, su mal genio pero también su enorme corazón que no le cabía en el pecho. Él me enseñó a ser lo que ahora soy, los valores que rigen mi vida fueron heredados directamente de los suyos. Me enseñó bien, me ayudó con la tienda, me labró un futuro, me llevó por el camino recto, y en los tiempos que corren no es una misión fácil. Le estaré eternamente agradecido. Sólo me arrepiento de no haberle transmitido en más ocasiones que le quería.
Porqué tendré que pensar en la muerte con lo poco que me gusta; ¿que hago aquí?, ¿cual es la razón de estar vivo?, ¿existe algo después de morir?. Existen diferentes y variadas teorías sobre si hay vida después de la muerte. Las distintas religiones exponen el concepto de “cielo” aunque con nombres dispares que lo identifican; los budistas hablan de la reencarnación para expurgar los pecados de vidas pasadas; y luego están las experiencias en el umbral de la muerte, el túnel de luz, la paz infinita y el visionado de parientes cercanos que nos guían para ese nuevo viaje y todo ese rollo. Los más pesimistas dicen que lo del túnel de luz es una sensación fruto de un mecanismo de defensa primitivo que posee el cerebro para que no suframos en estos últimos instantes mientras se mueren poco a poco las células neuronales. Vamos, que estamos en las mismas, ninguna de ellas me aclara que pasa finalmente. Antes creía en Dios o algún ser superior que vela por nosotros en la tierra, pero ahora no estoy tan seguro, no estoy seguro de nada en absoluto. Mi cabeza me dice que después de la muerte existe la nada, la única manera de que los seres vivos evolucionen pero, si es así, ¿cual es la razón de tanto esfuerzo y sufrimiento en nuestra vida?, ¿tiene sentido esta realidad?, ¿porqué mis padres me engendraron si el final es ese?
Voy a poner mi mente en blanco, estos pensamientos metafísicos me deprimen angustiosamente. Se muy bien que tendré que afrontar todo esto algún día, crucemos los dedos de que sea lo más tarde posible, pero ahora mismo me niego a discernir sobre ello.
Por cierto, desde la última vez que escuché el dong del reloj del salón ha pasado un largo rato y dormido, que yo sepa, no estoy. Supongo que en breve sonará y se despejaran mis dudas, pero lo raro es que la sensación es que han pasado una hora o más. ¿Se habrá estropeado el reloj?. Si así fuese sería una bendición para mis oídos aunque a la larga lo echaría de menos. No, es imposible, fue reparado hace ahora unos tres meses y el relojero me aseguró que hasta pasada una buena temporada no tendría que llevarlo a reparar. Lo raro es que intento moverme y no puedo, ¿estaré dormido finalmente y esto que estoy sintiendo es el resultado de un macabro sueño?, ¿y si la muerte o el purgatorio, o como demonios se llame, fuese esto?.

miércoles, 22 de febrero de 2012

"Amor", proyecto para adictos a la escritura mes de febrero


Tengo muchos nombres, aunque me identifico más con el de Amor; ya sé que es un poco “rarito” para un Dios como yo, pero así es como me llamo. Los griegos, que son muy apañados, me llamaron Eros, pero como más se me conoce es por su acepción romana, Cupido. 
Estos romanos me describían como un pequeño bebé alado en pañales con arco y flechas, pobres infelices, yo ni soy un bebé cagado ni utilizo ya arco y flechas para la ardua y a veces aburrida misión que mis padres me encomendaron al nacer, unir en el sentimiento amoroso a seres humanos (ya sea hombre y mujer, hombre y hombre, o incluso mujer y mujer, según la ocasión; no hago distinciones pues en ciertas culturas se encuentra penado por su Ley la discriminación por razón de sexo y, qué queréis que os diga, no es manjar de dioses que me manden a prisión y compartir mi existencia con ladrones, asesinos y malhechores, y mucho menos, ducharme con ellos). 
Yo soy un hombre adulto como cualquier humano, con bastante atractivo diría yo, pero con la salvedad de ser inmortal y de poseer poderes extraordinarios intrínsecos a mi cualidad de dios; el arco y la flecha fueron sustituidos, afortunadamente, a iniciativa propia después del fiasco que produjo al errar mi flecha uniendo, sin pretenderlo, amorosamente a una mujer rechoncha y poco agraciada físicamente con un perro faldero de hocico negro y boquita babeante; el que salió peor parado os podéis imaginar fue el perro, por polvos mágicos que dispensaba a uno y a otro previamente elegidos por mí para que el deseo anidara en sus corazones.
  Han dicho de Cupido muchas falacias con mejor o peor intención, como que no valgo para esto o me equivoco más que una escopeta de feria, pero se debe reconocer aun con los fallos que de seguro he cometido, mi dedicación a la causa. Las relaciones humanas son  enormemente complejas, existen multitud de factores, yo lo asemejaría a un puzzle gigantesco de un millón de piezas a las que debes encajar al milímetro una a una para que todo vaya como tiene que ir, y eso es una sola pareja, porque cuando se me acumula el trabajo y debo unir a cientos de ellas es la hecatombe, el “no-acabose”; si fuese humano se forrarían conmigo los psiquiatras especializados en estrés.
Tengo el tremendo honor de haber unido a parejas famosas que han formado parte de la historia; ahora me vienen a la mente la primera, Adán y Eva, así se les conocía, aunque ellos en la intimidad de su lecho se autodenominaban Pepito y Juliana; no me preguntéis la razón, me costó arduos esfuerzos, y debo reconocer alguna que otra cana, que se gustaran ya que estaban más pendientes de una manzana roja y brillante y de su mascota, una serpiente repulsiva, que de otra cosa.
Entre mis logros también se encuentran el bajito y bastante feo Napoleón con Josefina; fue duro pues Napoleón se llevaba todo el santo día de batallitas o jugando con sus soldaditos de plomo. 
Con el trabajo de Cleopatra y Marco Antonio me he sentido siempre muy orgulloso; eran tan diferentes que resultaba hasta patético el plantearse esa labor, una la reina de Egipto, chiquitita pero con enorme atractivo, el otro un petulante y orgulloso general romano; no pegaban ni con cola. La cosa acabó en tragedia, pero decidme alguno si merece la pena el amor sin plantearse, al menos un instante, morir por él.
Bill y Hillary Clinton, así como el “affaire” con Mónica Lewinsky, por ejemplo, también son de mi cosecha; todos me podréis achacar mi  desliz y mal hacer en este asunto, pero todo tiene su explicación. A Bill, la primera vez que lo ví no me cayó demasiado bien, su aire de chico que no había roto un plato en la vida y su ambición desmedida por conseguir ser alguien importante, el más importante de todos, hicieron que pensara decididamente que no le vendría nada mal una cura de humildad; reconozco que fue un divertimento para mí, una distracción de mi monótona función, pero creo firmemente que se lo tenía bien merecido y le hizo mejor persona.
Podría contar miles, millones de historias, pero ahora me voy a detener en una; nunca la oísteis antes pues se refiere a la unión de una pareja anónima, son mis favoritas. En los años noventa había dos personas que necesitaban consuelo, eran dos personas excepcionales, cada una con sus virtudes y miserias pero igualmente excepcionales, los llamaremos figuradamente Romeo y Julieta.
Romeo, un hombre de veintitantos años con relaciones de pareja fallidas en el pasado, en la intimidad reconocía que nunca conocería al amor de su vida; y Julieta, una chica de diecinueve años sin ninguna relación anterior en su haber, pero con ganas de encontrar al hombre maduro que la comprendiera. Lo preparé todo para que se conocieran en circunstancias algo extrañas; ni Romeo ni Julieta iban a salir aquella noche, tenían excusas muy buenas para quedarse en casa; para Romeo era que televisaban un partido de su equipo favorito; para Julieta simplemente le daba mucha pereza salir aquella noche de fiesta.
A Romeo lo llamó un amigo convenciéndolo de que saliera, al prometerle un ligue seguro en una fiesta organizada por la facultad de  Ciencias de la Información; a Julieta la llamó una amiga estudiante y le solicitó ayuda, pues necesitaban llenar la fiesta para poder visitar Praga en viaje de fin de curso. Romeo se enamoró al instante al ver aquellos ojos grandes color miel de Julieta; a ella le costó algo más fijarse en Romeo, y aunque en ese momento no lo supiera, ya empezaban a gustarle las maneras educadas de Romeo, su galantería y su forma de manejarse ante una mujer. Para mí fue una satisfacción enorme. Ambos, sin pretenderlo, habían conocido a su media naranja, a su otro yo, a la parte que los completaba. Estarán siempre juntos hasta el final de los días.  
Ya me despido que me pongo sentimental y puedo resultar pastoso, pero no quiero marcharme sin antes ofreceros un consejo gratuito: no desfallezcáis en el intento de conseguir el amor, no os conforméis con personas que no os valoren ni os respeten; tarde o temprano el amor os llegará y os vencerá. Si es verdadero lo sabréis.