domingo, 11 de septiembre de 2011

Atando cabos (primera parte)


Éste será un relato corto que se compondrá de varias partes, lo que pretendo es la realización de un ejercicio narrativo sin más, la idea de este relato viene martilleando mi cabeza estos últimos días y me apetecía sacarla a la luz, espero que os guste.

John Brown se encontraba en la consulta del prestigioso médico Oncológico Mr. Julius Lloyds, a partes iguales seco y frío en cuanto a su carácter como un extraordinario Doctor, si la enfermedad tenía solución él era tu hombre, ante la noticia que sin lugar a dudas podía truncar para siempre su existencia. John, aparentando sosiego  pero con cierto grado de incertidumbre, le preguntó no sin tartamudear al principio "¿es grave Doctor?, ¿tiene cura?, ante  lo cual el Doctor con ese flequillo canoso que le daba un aire de aristócrata transnochado le espetó con la seriedad que le caracterizaba "John, debo decirle desgraciadamente que no tiene cura, aunque quisiéramos no podríamos extirparle el tumor que se encuentra alojado en su cerebro, es muy muy grande, a partir de este momento debe arreglar sus papeles con premura, debe atar cabos sueltos antes de que…" Se quedó en silencio, mudo, como si no quisiera pronunciar la palabra fatídica , palabra que nunca llegó a salir de su boca pues John  le interrumpió con otra pregunta propia de un hombre impaciente como John era, "¿cuánto tiempo me queda de vida?", y Julius agachando su cabeza y sin poder mirarlo a los ojos le contestó "dos meses, a lo sumo tres". A John le hacía mucha gracia aquel chascarrillo del siempre genial Woody Allen que sugería las dos palabras más bonitas de escuchar "es benigno", en ese momento no pudo evitar pensar en ello y sonreir levemente, probablemente por última vez por la ironía macabra que suponía esta situación.

John, después de pasársele millones de cosas por su cabeza en cuestión de segundos, se levantó y le agradeció afectuosamente sus servicios marchándose sin más del lugar, todo ello lo hizo por instinto, mecánicamente, no podía pensar en otra cosa que no fuera la muerte y en ese fuerte dolor de cabeza que no le abandonaba desde hacía varios años. No supo discernir cómo salió de la consulta ni cómo anduvo varios pasos más allá antes de desmoronarse como un castillo de naipes en el primer banco del parque que halló; lloró desconsoladamente y sin parar durante minutos que le parecieron eternos, y esas lágrimas casi sin pretenderlo se tornaron en paz, una paz absoluta consigo mismo, ahora lo más importante para él una vez asumido ese golpe duro de digerir era seguir el consejo de su médico, debía arreglar las cosas, atar cabos.

Con una vitalidad inusitada para un hombre de 61 años, recorrió las calles a grandes zancadas con dirección a su casa, un palacete de 300 metros cuadrados de piedra y recuerdos, donde debía pensar qué hacer para que todo quedara en orden. Lo primero que hizo fue dirigirse como alma que lleva el viento hacia su lugar favorito de la casa, su biblioteca, habitación donde pasaba las horas muertas leyendo, escribiendo notas en el mayor de los casos sin sentido, en definitiva  pasando el tiempo libre que el trabajo y sus quehaceres le dejaban; John ya no trabajaba, sencillamente no le hacía falta y vivía de las rentas que le generaba la venta tiempo atrás de su empresa. Tomó el papel y la pluma de las grandes ocasiones y empezó a escribir:

"Cosas ineludibles antes de morir:
Primero.- El testamento". En este punto frenó sus ansias de escribir, la verdad es que este tema ya quedó finalizado y finiquitado hacía varios años; había decidido, ya que no tenía esposa ni hijos, dejarle todos sus bienes  a partes iguales a sus hermanos Rufo, Gandolfo y Suzanne, a excepción del Bentley, joya automovilística donde las haya, que le había prometido a su sobrino favorito, hijo menor de Gandolfo llamado Charles, un chico entradito en carnes, tímido y enormemente inteligente, no sabía como ni porqué pero le recordaba a él cuando tenía su edad.
Puso una señal de realizado y siguió escribiendo:

"Segundo.-  Hablar con la familia del suceso". Posíblemente eso fuese lo más difícil para John, pues siempre había sido una persona reservada; pensaba que si no hablaba de sus problemas y se dedicaba a resolverlos, su familia no sufriría y también le serviría para no remover algo que le pudiera hacer daño, algo que sencillamente odiaba, le repugnaba comentar lo que podía preocuparle pues demasiado tenía con que tal o cual problema se quedara en su cabeza para  luego encima tener que explicarlo. En esta ocasión la diferencia estribaba en que si hablaba de ello los demás podrían sentir lástima por él, sentimiento que por nada del mundo deseaba que le ocurriera, por lo que, y después de haberlo sopesado durante varias horas, decidió que lo mejor sería no contar la noticia y que cuando ya fuera evidente por no poder salir del hospital para pasar sus últimos días ya no sería necesario ningún tipo de explicación. Sí, con decisión escribió en su papel "Segundo.- Hablar con la familia del suceso: No lo haré, no quiero hacer sentir lástima a nadie.".

Un vez hubo escrito eso y con un peso de encima menos, con trazo firme empezó a escribir "Tercero.-". Dios, pensó, ¿no tengo un tercer punto?, ¿ha sido tan triste mi existencia que ni siquiera he dejado cabos sueltos?. Entonces, le vinieron a la mente ciertos recuerdos difíciles de explicar, sucedieron hace muchos años cuando su adolescencia llegaba a su fin; John era ya un hombre pero no se comportaba como tal, había enamorado a mujeres y luego las había dejado, las recordaba muy bien, Julia, su primer amor, y Constanza, qué mal se portó con ellas, las dejó sin más y ni siquiera tuvo la deferencia de disculparse por su actitud ni les dijo la razón por la cual las dejaba.

Desde ese preciso momento ya tenía un tercer punto, dedicaría lo que le quedara de vida para encontrar a esas mujeres y pondría todo su empeño para pedirles humildemente disculpas, y no cejaría en el intento hasta que ellas le perdonaran; sería un feliz broche a su triste final. Escribió en su papel "Tercero.- Disculparme con Julia y Constanza, personas a las que hice tanto daño."

3 comentarios:

  1. Jacstite, Muy Bueno, de verdad.
    Comienzas a leer, te vas adentrado en el relato, y empiezas a vivirlo, no ha leerlo.

    ¡¡ Queremos más !!

    Cordiales saludos, Artista.

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  2. La semana que viene estará publicada la segunda parte, si mis quehaceres me lo permiten. Por cierto me alegra que tu blog vaya viento en popa.

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  3. Así es JACS, A TODA VELA, pero no olvides, que fuiste mi andador, enderezando mis primeros pasos blogueros. Fuiste los cimientos

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