domingo, 28 de julio de 2013

Encerrado. Un homenaje a Emile Griffith, el boxeador cinco veces campeón en los años 60

Emile Griffith se hallaba postrado en la cama de una inhóspita y deprimente habitación de un hospital cualquiera. El antaño cinco veces campeón del mundo de boxeo de los pesos welter y medio en los años sesenta, famoso por matar, mientras luchaba en el cuadrilátero, a su compañero de profesión Bennie Paret, y también, a su pesar, por su condición homosexual en ese mundo de machos, se encontraba ante el mayor combate de su existencia, su cercana e inminente muerte. Todos decían que la demencia que padecía le había hecho olvidar quién había sido pero eso no era del todo cierto.

Las ideas se confunden en mi cabeza. Recuerdos sesgados de un tiempo mejor, opulencia y desenfreno. No logro discernir a que me dedicaba pero un olor fuerte a sudor intenso mezclado con lejía a granel y un dolor indescriptible en todo mi cuerpo me hacían sentirme vivo, único, el mejor.

En mi mente retumban sin control ecos ensordecedores de un público entregado gritando mi nombre y yo, en justa correspondencia, me veo a mí mismo haciendo el ademán del saludo como si de una estrella se tratara. Pero no, no me siento una celebridad quizás por un sentimiento de culpa extraño que me corroe las entrañas y me quita poco a poco las escasas fuerzas que aún conservo. La razón y el motivo, no las se.

El tormento que ahora sufro no es físico y nada tiene que ver con la culpa sin nombre, sobrepasa con creces todo lo inimaginable: ¿es un crimen ser homosexual?, ¿que le importa al universo el ser lo que soy?, ¿he hecho daño a alguien?, ¿he matado a alguien para que me hagan sentir mierda por ser así?”.

Esas preguntas sin respuesta martilleaban sin cesar esa mañana la enfermiza mente del boxeador. Necesitaba una vez más escapar, sentirse a salvo de esa cárcel invisible construida a base de barrotes de intolerancia y desprecio que lo habían confinado toda su vida. Resulta curioso que la humanidad en su conjunto manifestase, sin que Emile lo hubiese siquiera solicitado, el infinito acto de generosidad que suponía perdonar a este pobre hombre de haber matado a base de golpes en el ring a Bennie y, por el contrario, no hiciera lo mismo con su condición sexual, hasta sus últimos días. Emile murió en soledad y en la más absoluta pobreza el 23 de julio de 2013; esa fue su llave, la única posible, que lo liberó finalmente de su encierro para sentirse libre y en paz consigo mismo.