domingo, 13 de noviembre de 2011

Atando cabos (cuarta parte)


Julia, dejando traslucir unos sentimientos anteriormente dormidos, miró a John a los ojos y con expresión apenada comenzó a hablar: John, me hiciste mucho daño, casi me destrozaste la vida, ¿supiste siquiera que pasó conmigo tras la ruptura?, ¿te enteraste que me llevé como cinco años sin ganas de vivir, sin querer hacer nada?, por aquel entonces perdí tanto peso que los médicos dudaron seriamente de que pudiera recuperarme, el mal de amor no se cura si ella no lo quiere, decían, me cambió totalmente el carácter, me volví huraña, no quería hablar con nadie, no quería relacionarme con nadie, no quería comer, sólo quedarme en la cama y llorar en silencio. Tonta de mi, creí que me querías y que nada ni nadie podría separarnos pero la triste y cruda realidad cayó sobre mi conciencia sin remisión, poco a poco me iba dando cuenta que lo vivido era una burda fantasía, que tu nunca me habías querido y que habías jugado conmigo, eso fue lo más duro, incluso pensé que mi vida no tenía sentido e intenté quitármela, mi torpeza y la suerte probablemente hicieron que no tuviera éxito en ese empeño. 

Descansó unos segundos y ahora más pausada prosiguió: Mi familia, al comprobar que no iba a mejorar si me quedaba entre esos muros de la casa familiar, decidieron cambiar de residencia y comenzar una nueva vida, lo hicieron por mí, lo hicieron por mi vida, pasé varios años fuera de Europa en compañía de los míos, de los que nunca me fallaron, mis padres. Empecé muy poco a poco a comer, a salir, a relacionarme con los demás, y fui yo quien tomó finalmente la decisión de volver, no podía ser tan egoísta de separar a mis padres de su tierra y de los amigos ganados con tesón durante toda una existencia, ya me encontraba mucho más fuerte, con más ganas, me recuperé en apariencia aunque el daño ya estaba hecho, incluso me juré a mi mismo que nunca más me enamoraría, y a fuerza que lo cumplí hasta que llegó a mi vida casi por casualidad un hombre bueno que me quiso sin condiciones, sin pedirme nada a cambio, Ignatius, mi marido. Julia, dejando traslucir sin poder evitarlo unas lágrimas de desconsuelo que se derramaban por su piel blanca e inmaculada y con una tristeza en los ojos que John no había visto antes, le dijo: ¿Me preguntas si puedo perdonarte? No, no puedo hacerlo.

Ante la rotundidad de las palabras de Julia y el profundo pesar que había puesto en ellas, John se encontró completamente indefenso como caballero que se enfrenta a su rival sin más armas que su escudo y su armadura de parapeto, no tenía argumento capaz por si solo de voltear la decisión tomada más que exponerle la verdad, no quería hacerlo, no deseaba mirarse y sentir lástima en los ojos llorosos de la que fue su amada pero no le quedaba más remedio y así lo hizo: Julia, no pretendía decírtelo pero me muero, la razón de que esté ahora aquí después de tanto tiempo tiene una explicación, tengo un cáncer maligno en el cerebro que crece día a día, no me queda mucho tiempo de vida y si salgo de esta casa sin tu perdón el sentimiento de culpa que desgarra como cuchillas afiladas mis entrañas acabará conmigo, fui un niñato, un gañán, un maldito inmaduro y todos los insultos que se te ocurran, me los tendré bien merecidos, me equivoqué y lo he pagado toda mi vida, te hice mucho daño, un daño que no merecías y te aseguro que si pudiera volver atrás en el tiempo te hubiera hecho la mujer más feliz de la faz de la tierra, pero no puedo hacerlo, por favor dime que me perdonaras o de lo contrario me moriré no del tumor y si de la pena. Ambos se abrazaron y lloraron como si no hubiera un mañana, no se dijeron nada más, no hizo falta, John había conseguido su perdón pero no se sentía curiosamente feliz, lo que pudo sacar en claro de su visita a Julia es que los actos dan lugar a consecuencias, algunas más dañinas que otras, y que su vida no había valido para nada más que para crear mal y destrucción, sus logros, que los tuvo y muchos, sobre todo a nivel profesional, se empequeñecían ante la imagen vil de un ser capaz de poder cambiar la vida de otra persona hasta hacerla casi perecer o modificarla irremediablemente para siempre.   

Falta de valores


Esta última semana hemos asistido despavoridos ante una noticia que se hizo eco en muchos periódicos y programas de televisión, una señora cuyos hijos se encuentran parados devuelve una cartera a su legítimo dueño conteniendo la friolera cantidad de 16.000 Euros.

Este hecho me ha dado mucho que pensar, la noticia era que la ha devuelto, vamos que nos estaban diciendo desde todos los puntos informativos que esta buena señora se volvió loca con este gesto tan altruista. Ciertamente, estamos viviendo unos años de absoluta falta de valores, la honradez, el honor, el cumplimiento de la palabra dada, el no engañar ni mentir, el no quedarse con algo que no es nuestro, son, a mi modo de ver, virtudes que no aparecen en los actuales libros de texto, forman parte de los libros de historia, sencillamente no existen, y todo esto tiene mucho que ver, a mi modo de entender, con nuestro sistema educativo y más aún en los valores que en la actualidad conculcan unos padres a sus hijos, padres que están tan ocupados en sus quehaceres laborales y en amasar dinero para comprarse el mejor coche o la mejor televisión que descuidan una parte importante de la educación de sus hijos, y trasladando esta idea al resto de la sociedad en general, lo único que se consigue es que la misma en su conjunto se encuentre viciada, corrupta.

En este punto deseo poner un ejemplo descriptivo de lo que ocurre actualmente en la sociedad, según yo lo veo, antes cuando yo estudiaba en la clase solía haber un niño o a lo sumo dos que podríamos denominar de “malos” o “traviesos”, niños que no estudiaban ni querían aprender, eran la manzana podrida, la excepción. Ahora, me temo, la manzana podrida ha contagiado a la cesta y lo que antes era la excepción se ha convertido casi sin darnos cuenta en la regla general, y mis preguntas y las que todos deben hacerse a partir de ahora son ¿queremos realmente entre todos cambiar esto?, ¿es demasiado tarde?.