sábado, 21 de abril de 2012

Seres oscuros


En estas líneas desearía hablaros de personas (ya sean hombres o mujeres), sin alma ni escrúpulos. Seres inmundos e infectos que no merecen ninguna distinción ni reconocimiento más todo lo contrario, la mayor de las indiferencias.
Me refiero a aquellos individuos que se encuentran por encima del bien y del mal, se sienten superiores al resto de los hombres sin distinción de género mirándonos por encima del hombro. Nos tratan como chusma, que equivocados y vacíos están pues la chusma y la podredumbre sin lugar a dudas son ellos.
En su vocabulario no existe la palabra educación, si alguien osa a saludarlos con un simple “buenos días”, ellos nunca devuelven el saludo, no pueden rebajarse pues son portadores, en su errónea conciencia enferma, de la verdad absoluta.
Si por razón del cargo u oficio que ocupan en la sociedad esperan el respeto, en apariencia es probable que lo consigan pero lo que no llegan a vislumbrar ni en sus peores pesadillas es que este respeto es falso, es de mentira. No han aprendido aún que el respeto no se exige ni se compra, el respeto de verdad hay que ganárselo día a día, hay que merecerlo.
Cuando estas sabandijas cometen una equivocación aún dañando a terceras personas nunca piden perdón, de acuerdo con su forma de pensar es delito incluso plantearse tal circunstancia. Desde mi punto de vista, lo delictivo es sufrir su presencia.
Estos personajes o personajillos que se autodenominan con pedantería de “dioses” no entienden que una vez hallan finalizado la labor que la sociedad y su inteligencia les permitió desarrollar, una vez despojados de sus prerrogativas y dádivas, son simples mortales, con sus virtudes, pocas, y sus miserias, muchas. Se quedarán solos y desvalidos, nadie querrá acogerlos pues en el devenir de sus vidas nunca se molestaron en la necesidad de sembrar la cosecha, y al final no quedarán frutos que recoger, válgase el símil.
Mi teoría es que en su infancia sufrieron el desprecio y la desconsideración de niños malvados y ahora, en edad adulta, ese desprecio lo multiplican por mil y lo utilizan como arma arrojadiza ante infelices que acaban topándose con ellos. No es excusa, no señor, la sociedad nos enseña y nos grita alto y claro lo que está bien y lo que está mal. Es en nuestros corazones donde deberemos escarbar que decisión es la acertada, ser dignos de elogio y reverencia o de lo contrario convertirnos en personas despreciables. Los que eligieron en su plena capacidad de entendimiento convertirse en lo que son, si Dios existe, algún día lo pagarán. Me gusta pensar que todo no acabe con la muerte, que un ser superior nos permita redimirnos de vidas pasadas. En ese caso, estos “seres oscuros” bien podrían reencarnarse en unas sucias cucarachas a punto de ser pisoteadas por una bota del 45, y si no es mucho pedir, que permanezcan pegados y agonizantes irremisiblemente a ella por meses.