En este artículo no voy a hablar de novedades del Sevilla F.C., ni si juega o deja de jugar Kanoute o Perotti en el partido contra el Real de Madrid, o si nuestro futuro entrenador se llama Caparros, Bielsa o pepito de los palotes. En este artículo voy a hablar de sentimientos, de mis sentimientos como sevillista que soy.
A mi me gusta pensar que yo nací sevillista, sevillista desde la cuna, y creo que no estaré muy mal encaminado pues mi padre al que le debo muchas cosas (mi vida lo primero), hizo que viviera y sintiera desde escasos meses como sevillista; cuestión esta y muchas otras o muchísimas otras del que le estaré eternamente agradecido.
Mi padre me sacó el carnet de sevillista desde los dos años e, ininterrumpidamente, estuve de socio junto a él hasta los 18, que ya son años. La razón por la que dejamos tanto mi padre como yo de ir al Ramón Sánchez Pizjuan (el santuario y santo y seña de nuestro club) y al futbo,l fue de salud: mi padre sufría mucho cuando iba a ver a su Sevilla y un año decidimos dejar de verlo en el campo. En todo ese tiempo pude vivir y sentir como mi equipo luchaba, con casta y coraje, los partidos (algunos los ganaba y otros los perdía o empataba), y el sólo ver a esos jugadores vestir esa camiseta me llenaba de orgullo, y si perdían yo les aplaudía más fuerte si cabe: así entendía yo la afición, había que estar con tu equipo a las duras y a las maduras.
Recuerdo los gritos e insultos a los árbitros, los robos descarados de un tal García de Losa cuando jugaba el Sevilla con el Madrid (casí no le dejan salir del Estadio al mal llamado árbitro, pues esa función debiera ser impartir justicia y no hacer dejación clara de ella). Recuerdo cuando pitaban a Montero, y como también esos pitos se tornaban en aplausos y sacadas de pañuelos al unísono gritando todo el estadio: "Montero, Montero, Montero".
Igualmente recuerdo a un tal Moisés, que el solito hizo levantar un partido imposible contra la Real Sociedad; esos regates en una loseta, como se suele acuñar el término ahora, en un lateral del campo. Se viene a mi mente también a nuestro Curro San José, con esa casta que le caracterizaba, a López y, no me puedo olvidar, del campeón del mundo Bertoni: que clase tenía jugando; y como no del Uruguayo Bengoechea que, cuando tiraba una falta, el estadio lo recibía en absoluto silencio para vivir un casi seguro Gol por la escuadra (o un uuyyyyyy atronador).
Y hablando de faltas no puedo, ni debo, dejar en el tintero a Scotta, ese jugador que vino al Sevilla siendo un auténtico desconocido y que se ganó con su trabajo y sus goles el cariño de la grada; nunca olvidaré ese apelativo cuando se disponía a patear a puerta, QUE VIENE QUE VIENE...
En ese tiempo, si mi cabeza no me hace malas pasadas, el equipo se mantenía en primera división a duras penas, con bajadas y subidas de segunda a primera, y a veces optaba por un puesto europeo que luego no se materializaba en la mayoría de las ocasiones y, saltaba a las gargantas de esos sufridos sevillistas el run run del "OTRO AÑO IGUAL"; parecía como imposible que pudiéramos llegar a puestos europeos y mucho menos llegar para quedarnos muchos años, y sobre todo ganar algo, nuestra asignatura pendiente.
Pero este querer y no poder, este singular modo de ver las cosas, casi por encantamiento, se tornó en alegría y satisfacción: antes, el sevillista de corazón se sentía grande pero en esta nueva etapa, que por suerte nos ha tocado vivir, somos grandes pero con hechos contrastados; llegaron por fin la etapa de los éxitos, llegar a finales y ganarlas, vamos el no va más para unos aficionados que nos habíamos acostumbrado a no ver ganar a nuestro Sevilla.
Y todo esto llegó, y sobre todo empezó a escribirse la historia, con un chaval que empezaba en el fútbol un jueves de feria en Sevilla, nuestro muy querido y finalmente malogrado Antonio Puerta: con su zurda de diamantes nos lanzó y encumbró a los altares de la gloria. Yo este hecho lo viví en una caseta en la feria; visualicen conmigo la escena: un amigo sevillista a mi lado con una radio de mano y unos auriculares al oído gritando GOL GOL GOL, y todos los allí presentes (digo bien, TODOS), nos fundimos al unísono en un sentido abrazo; habíamos llegado a una final ganándole al Shalke 04.
Y claro, llegó el día D hora H. Nuestra primera final en la historia reciente el Sevilla; se jugaba un partido más que decidiría de que casta y coraje estaba hecho este equipo (emulando a nuestro Himno). Yo lo ví y disfruté, como debe ser, junto a mi padre, con tensión al principio, todo hay que decirlo, hasta que un tal Dani Alves lanzó un pase en largo a Luis Fabiano que en un escorzo difícil de explicar impactó un testarazo que se coló irremediablemente en la portería contraria (la del Middlesbrough para más señas); respiramos tranquilos aunque todavía no estaba el pescado vendido. Y luego llegó otro gol y otro y otro más; el Sevilla que de chico me hizo sufrir ahora me hacía disfrutar como nunca antes lo había hecho, llegando a mi mente como flashes de recuerdos esas tardes de domingo malas viendo perder a mi equipo, bajadas a segunda división e incluso a segunda b en aquel aciago año 95. La escena que llegó después del pitido final del partido no podré olvidarla jamás: mi padre y yo llorando de alegría y abrazándonos como amigos que hacía una vida que no se veían. Es indescriptible lo que viví y lo que sentí; por fin mi Sevilla ganaba algo y yo lo había visto con la persona que me hizo sevillista, con mi padre, lo máximo, el acabose. En ese instante de climax máximo, os juro que pensé: ya me puedo morir tranquilo.
Todo lo que vino después es historia, pero para mi esta primera copa será para siempre especial; por lo vivido y por lo sentido. Y no quiero dejar este artículo sin despedirme con una reflexión: si algún año la cosa no nos fuera bien en liga y en las demás competiciones en que juguemos, pensemos en los tiempos pasados de penurias, en lo que éramos y en lo que nos hemos convertido, seamos concientes de lo que somos y a lo que podemos aspirar no sin renunciar a cosas grandes cuando vengan bien dadas pero reconociendo que somos el Sevilla F.C., grande entre los grandes para los sevillistas de corazón.
He vuelto a vivirlo. He vuelto a ver a Moises regateando, a Lopez haciendo ese giro a la inversa que hacía para recibir los balones en largo y producía ses run run en la grada, a Pintinho, a Cesar, ese brasileño que jugaba de delantero en aquella época ...
ResponderEliminar¡¡¡Grande!!!!!
Un abrazo
El presidente dice que hay que aprender de nuestra historia, para saber quien somos, de donde venimos y a donde vamos.Alguno más tendría que leer esto, en mi opinión.
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