La idea de escribir este relato proviene del proyecto de adictos a la escritura del que soy miembro pues, ya habréis podido imaginar, el 14 de abril se conmemora el centenario del desastre del Titanic. Siendo sincero, debo reconocer que odio profundamente la película “Titanic” de James Cameron como director, y este dato incontestable ha sido como no podía ser de otra manera mi fuente de inspiración.
Este relato corto es total y absolutamente ficticio, fruto de la mente calenturienta de su autor y con un fin muy determinado, divertir al que lo lee. Los nombres y localizaciones que aparecen, alguno real, sirven a la historia simplemente como referencia y punto de apoyo para la misma pero sin afán de insultar o vejar a nadie, y menos aún de lucrarme con esto. No me extiendo más en esta introducción, espero que os guste y lo disfrutéis tanto o más a como yo lo he disfrutado con su escritura.
Aquí comienza mi relato corto “Titanic”.
CUARTEL GENERAL DEL SERVICIO DE INTELIGENCIA NORTEAMERICANO, EN LA ACTUALIDAD. SALA DE INTERROGATORIOS. SON LAS 11.30 HORAS DE LA MAÑANA.
La sala era pequeña y rectangular. Su decorador no podría denominarse de excelso ni extraordinario. La conformaba una mesa cuadrada de unos dos metros de longitud sacada de un colegio cualquiera y dos sillas extremadamente simples. La estancia se encontraba iluminada con una luz amarillenta que provenía de una lámpara de neón. Sin ventanas. Un amplio espejo ocupaba casi toda una pared del que seguramente al otro lado alguien los estuviera observando, y con una única puerta de entrada o de salida. Todo muy tétrico.
Sentados ya en las sillas se encuentra el Oficial Mayor al mando Alan Smith, nieto curiosamente del Capitán del Titanic Edward John Smith, y el afamado cineasta James Cameron. La tensión se masca en el ambiente.
— Dígame su nombre completo—, expresó con solemnidad Alan Smith a su interrogado. Alan, tipo alto y fornido donde los haya, pelo ralo y prominente mandíbula, facciones rectas e inexpresivas, parecía sacado de una película de tipos duros, un geyperman cualquiera.
— Como si no lo supiera. Si se me va a acusar de algo quiero la presencia de mi Abogado, esto es un atropello y una ilegalidad. Tengo mis derechos, contestó el director sin poder disimular su incertidumbre.
El oficial Mayor en ese momento abrió una voluminosa carpeta color marrón del que sobresalía presumiblemente un dossier con amplia y variada información sobre el cineasta. Lo miró a los ojos y con enorme tranquilidad le dijo:
— Usted no tiene una mierda, la Seguridad Nacional está en juego. Vayamos al grano, no quiero perder toda la mañana con esto. Sr. Cameron, dígame, que sabe sobre el Titanic. No me refiero al esperpento de película que filmó, sino a lo que pudo averiguar sobre el desastre. No escatime en detalles.
—Ahh, ¿pero todo esto va del Titanic?, no me lo puedo creer. Su historia es conocida por todos y se ha contado un millar de veces. Fue sorprendido en Terranova por un iceberg gigante sin que hubiera posibilidad de detenerse o esquivarlo el 14 de abril de 1912, según se dice sobre las 23:40 horas. Murieron 1517 personas salvándose sólo 705. Una tragedia. Mire la wikipedia, allí lo pone todo con pelos y señales mucho mejor de lo que yo pueda contarle.
— No me venga con pamplinas que cuentan las abuelas a sus nietos—, le espetó el Oficial con un tono de voz serio. —Me consta que usted estuvo investigando por su cuenta distintas teorías de lo que ocurrió realmente ese 14 de abril. Incluso, esas teorías le llevaron, con un enorme gasto económico por su parte, a profundizar como ningún otro hombre hizo antes en la fosa de las marianas, en el Océano Pacífico. Lo tenemos todo documentado, no puede engañarme. Aquí estamos usted y yo, nada más, aquí no es un hombre importante ni conocido. Dígame lo que quiero saber y podrá marcharse a casa.
El cineasta con aparente estado de nerviosismo, viéndose a sí mismo atrapado y sin posibilidad de escapatoria, sabía que si quería volver con su familia debía contarlo todo, lo que él creía que sucedió y, sin volver a pensarlo dos veces comenzó a hablar.
— Lo que se conoce de la tragedia del Titanic es un burdo engaño. Todos los pasajeros desaparecieron, el Titanic nunca se hundió, simplemente se esfumó de la faz de la tierra. Los restos del barco que aparecieron en el año 85 no concuerdan con los del Titanic, eran de otro barco. Los “supuestos” supervivientes resultaron ser simplemente actores y actrices que interpretaron a la perfección su papel, los niños eran pequeños en aquella época y nunca hablaron de lo sucedido, ¿no puede parecer ese dato extraño y curioso?. La lista de pasajeros se falseó a conciencia. Todo se tapó. Todo se silenció. El gobierno de los Estados Unidos lo silenció.
El director de cine bebió un poco de agua y prosiguió:
— La última grabación de radio del Titanic y de la que tuve oportunidad de escuchar una sola vez no hablaba de ningún iceberg. El primer oficial de radio Jack Phillips con evidente temor en sus palabras, pronunciaba, antes de cortarse para siempre su mensaje, lo siguiete: “Pero Dios, que es eso, es un OV……”. No se grabó más. Mi teoría es que unos seres venidos de otro planeta, más evolucionados e inteligentes que el hombre, se vieron sorprendidos y amenazados por ese enorme barco en la que en aquella fecha era una de sus sedes terrestres y, materialmente, lo confiscaron con todos sus pasajeros. O algo peor, lo destruyeron. Estos datos fueron conocidos de primera mano por el Gobierno de los Estados Unidos, decidiendo su Presidente que era mejor ocultarlo para no alarmar a la población civil. Actuaron rápido y con eficiencia, eso sí que hay que reconocerles. En la fosa de las marianas encontré vestigios de lo que fue una sociedad extraterrestre, construcciones que no pudieron ser realizadas por el hombre por razones obvias. Todas mis investigaciones iban por ese camino. Lo que no pude descubrir es que fue del majestuoso barco y de sus desdichados pasajeros.
— Esto es otra cosa. ¿No ve como no ha sido tan difícil?. Ahora debo ser sincero con usted, le engañé. Nunca tuve la intención de dejarle marchar. Usted se va a quedar aquí, tiene una misión que deberá cumplir por nosotros y por todos sus conciudadanos, algunos de ellos, o muchos, fieles espectadores de sus películas, pronunció con cierta sorna y desprecio el Oficial Mayor. Concéntrese en mis palabras pues no tengo intención de repetirlas. Voy a contarle un secreto que unos pocos privilegiados conocen. Hace un año nuestro físico más afamado al servicio exclusivo de los Estados Unidos, el Sr. William Kosturika, debo decir que por casualidad, inventó la manera de viajar en el tiempo, ha creado la ansiada máquina del tiempo. La hemos probado con ratas y primates en pequeños experimentos y funciona. Ahora interviene usted en esta historia. El Presidente de los Estados Unidos de América, siendo usted la persona viva que más sabe sobre el Titanic, le pide que viaje en el tiempo, concretamente al día 14 de abril de 1912 a las 22.30 horas de la noche, una hora antes de ocurrir el siniestro, en las coordenadas donde se supone que el Titanic estaba ondeando aquella aciaga noche los mares de Terranova. Su misión es informar sobre que fue lo que realmente sucedió. Se le proporcionará una mochila con un emisor de radio. Está preparada para emitir en una frecuencia cifrada nunca antes utilizada por el hombre. Esa señal será captada en nuestra base de operaciones muy cerca de donde usted se encuentra ahora. Esa es la buena noticia, la mala es que el viaje es unidireccional, nuestro físico a día de hoy no ha sido capaz de invertir el proceso, al menos de momento, pero le aseguro que lo conseguirá y volverá de donde quiera que se encuentre. Esta misión es fundamental e imprescindible para la vida, tal y como la conocemos, en la tierra. Si sus teorías son ciertas y nuestras informaciones también, algo gordo se está cociendo con nuestros vecinos de piel verde o como quiera que la tengan. Cuanto más datos manejemos de ellos más posibilidades tendremos de preservar nuestro mundo.
— ¿He oído bien?, usted está loco, usted y nuestro querido Presidente de los Estados Unidos. Supongamos, y es mucho suponer, que todo lo que me está contando es cierto, estoy convencido que habrá cientos no, miles, de sufridos soldados que se sientan orgullosos de perder la vida en tan fastuosa misión por su País. Yo no soy su hombre, ni siquiera me cae bien el que se sienta cómodamente en el sillón presidencial de la Casa Blanca. No, desde luego que no, no lo haré.
— No le estoy pidiendo opinión, mi querido Director, no tiene alternativa, le informo simplemente de su misión que hará por las buenas o por las malas, ¿Está claro?.
El Oficial Mayor saca del bolsillo interior de su chaqueta una jeringuilla y con un movimiento rápido de su muñeca inyecta su contenido en la mano derecha del cineasta sin que tenga posibilidad de reaccionar y éste queda dormido en cuestión de segundos.
EN ALGÚN LUGAR DE CALIFORNIA, EN LA ACTUALIDAD.