Siguiendo con las cosas que tanto odio, podría decir que odio y mucho los que conducen por la izquierda en las autovías o autopistas, en las mayorías de las ocasiones circulando a velocidad más lenta de la permitida, ¿es que no se enteran que ese carril es exclusivamente para adelantar?. De igual forma, odio los coches loros, o sea aquellos coches con el volumen de la música a todo trapo, molestando no sólo a otros coches que se encuentran cerca de ellos sino además de los pobres peatones que deben sufrir, en la mayoría de las veces, ese “ruido” estridente que no se puede llamar melodía.
Odio mojarme las gafas en un día de lluvia, y aún con paraguas odio llegar a casa con los bajos de los pantalones mojados. Odio coger la moto un día de lluvia, más que odio siento un poco de canguelo que me produce al pensar que vaya a caerme con el firme lleno de agua, sobre todo al paso de las lineas pintadas.
Odio ver perder a mi equipo, la violencia en el fútbol y el comprobar que el “trencillas” de turno, dícese del árbitro vestido de negro, amarillo o rosa, trate de modo diferente, sin motivo aparente, a uno y otro equipo.
Odio intentar hablar en un grupo de personas y no sea capaz porque los demás no me dejen.
No veáis como odio, y cambiando de tema, estar en un supermercado y que no haya carros de la compra, teniendo que utilizar esos carritos de plástico de dos asas que te dejan la espalda para muy pocos trotes, pero lo que odio más aún es al pedir bolsas de plástico para introducir la compra en la caja y que éstas no se abran por estar literalmente “pegadas”, sobre todo cuando hay personas esperando su turno y pensando “menudo idiota será que no es capaz ni de abrir una vulgar bolsa, madre mía como lo odio.
Odio que en el trabajo, esto ocurre habitualmente cuando más cosas tengo que hacer y poco tiempo para hacerlas, se me bloquee el ordenador o me vaya tan lento que me sea imposible trabajar.
Desde un punto de vista escatológico, y so pena de afectar sensibilidades, odio y mucho estar en casa ajena, por ejemplo en casa de los suegros, y tener tanta gana de ir al baño y aguantarme por vergüenza a que por casualidad alguien entre posteriormente a hacer mi trabajito en dicho baño y se tope como quién no quiere la cosa con esos “olores que alimentan”.
No es odio pero me exaspera cuando escucho hablar en alemán, es superior a mi, las carnes se me ponen como escarpias con esos sonidos y esas entonaciones, en definitiva no lo soporto. Esto no se porqué me ocurre y por supuesto no tengo nada en contra de ese país ni sus nacionales, no se me entienda mal, es simplemente una apreciación completamente subjetiva y supongo que a nadie más le ocurre.
Odio discutir y que la gente que está a mi alrededor discuta, no al estilo Sheldon Cooper de la serie The Big Bang Theory, pero casi.
Odio que me suene mi móvil por un asunto de trabajo los fines de semana o fiestas de guardar.
Tengo que reconocerlo, odio el sentido mercantilista de estas fechas navideñas, el tener que comprar “por obligación” los regalos porque a “El Corte Inglés” y otras se le ocurrió que en diciembre había de gastarse “los dineros” en esos menesteres. Y hablando de esto, odio los spots publicitarios a todas horas de colonias, juguetitos de niños y demás, realmente no lo soporto.